viernes, abril 19, 2024
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Las gafas empañadas de China

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La paradoja de una China pujante — un país que quiere jugar un papel más relevante en cuestiones globales pero que sufre de una mezcla de letargo y miedo escénico — quedaba de manifiesto aquí durante una conferencia con funcionarios chinos.

«China tiene que ser menos observador y más actor» en las cuestiones importantes como Corea del Norte y las correcciones monetarias, anunciaba durante el encuentro un alto funcionario chino. «Cuando estemos en escena, no debemos dar la espalda al público, como si nosotros fuéramos parte de la audiencia».

Y sin embargo, en lo que respecta a proponer soluciones durante un encuentro el pasado viernes con visitantes estadounidenses y europeos, los chinos se mostraban cautos. Los funcionarios no discrepaban en que Corea del Norte y los desequilibrios de la economía global eran problemas importantes. Pero sus recomendaciones se centraban en debatir más que en adoptar medidas — al extremo de que el diálogo armonioso parecía un fin en sí mismo.

La receta de China para Corea del Norte es «un diálogo, diálogo y diálogo», dice Jun Fu, el decano ejecutivo de la facultad de administración pública de la Universidad de Pekín, en rueda de prensa tras finalizar el encuentro. Esa pasividad frustra a los funcionarios del Departamento de Estado, que creen que Pekín en privado está harto de las arriesgadas políticas norcoreanas, según un cable del Departamento de Estado difundido por Wikileaks.

La conferencia fue una inusual iniciativa encaminada a explorar terrenos de interés común y, potencialmente, acción conjunta. Estaba organizada por la Facultad del Comité Central del Partido, un centro de formación de líderes dirigido por Xi Jinping, destinado a ser el próximo presidente de China. Los otros patrocinadores eran el Aspen Strategy Group (del que soy miembro) y el Aspen Institute Italia.

«Esto no es una situación en la que rivalicemos al expresarnos, pero no parece que tengamos la capacidad de actuar en concierto» a pesar «del grado sorprendente de interés común», dice Nicholas Burns, antiguo subsecretario de estado que es director del Aspen Strategy Group. Sobre Corea del Norte, destacaba, China tiene la mayor influencia pero «parece reacia a utilizarla» y «aún no aprueba el examen» como socio de seguridad.

El encuentro se mantuvo en el campus del comité del partido ubicado en los suburbios de Pekín. Los insípidos patios del centro contrastan con la llamativa arquitectura del nuevo centro financiero de Pekín, rebosante de hoteles de capricho y boutiques de lujo.

Las inquietudes que acompañan a la nueva riqueza de China quedaban en evidencia en una noticia publicada en el periódico oficial China Daily la mañana de nuestro encuentro. Describe la tendencia entre los nuevos ricos del país a contratar seguridad privada. En ocasiones, al parecer, ganar riqueza simplemente pone nerviosa a la gente con la idea de perderla.

Varios funcionarios chinos que asistieron al encuentro a título particular explicaban que China desconfía de la política exterior en parte porque los funcionarios hacen hincapié en su lugar en conservar el crecimiento económico nacional y mantener contenta a una opinión pública potencialmente inquieta.

«No estoy diciendo que China sea egoísta», decía un alto funcionario, que a continuación reconocía que Pekín piensa realmente primero en sus problemas internos. En el caso de Corea del Norte, China teme que presionar a Pyongyang empuje a los desesperados refugiados al otro lado de la frontera.

La conversación dio lugar a escasos signos de movimiento. Un catedrático del centro del partido empezaba despreciando las peticiones estadounidenses de corrección de la divisa de China. Pero después de más debates, el catedrático decía que tal vez China podría reducir su superávit comercial elevando los niveles salariales para que los obreros pudieran comprar más productos importados de Estados Unidos. Llegaba a proponer un «mecanismo de coordinación» para fomentar el equilibrio de la balanza comercial.

Lo que frustra a los funcionarios estadounidenses es que China a veces parece más cómoda dando cabida a unos Estados Unidos fuertes, como hizo durante las pasadas décadas, que asociándose con una América no tan dominante. Un delegado estadounidense criticaba a los chinos por tratar las primeras concesiones de la administración Obama como muestras de debilidad, y por las nuevas reivindicaciones duras sobre el Mar de China como «un interés esencial» para China.

Joseph Nye, catedrático de Harvard integrado en el grupo estadounidense, decía que los funcionarios chinos presentes trataron en privado de disipar la preocupación estadounidense diciendo que se había producido un «error de percepción» en cuanto a los comentarios de China acerca del Mar de China.

«Estamos en el mismo barco» fue el comentario realizado aquí por estadounidenses y chinos en igual medida. Suena alentador. Pero el barco está a la deriva en los tiempos que corren, por no decir que hace aguas directamente, y los dos tienen que empezar a remar al unísono.

Salí del encuentro con la misma imagen diversa que vi recorriendo China hace un mes — que a pesar de toda la confianza aparente y la prosperidad del país, sus líderes están absortos en los problemas del crecimiento interno y la estabilidad política. Ellos ven los debates políticos con Occidente a través de estas gafas empañadas.

David Ignatius

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