viernes, marzo 29, 2024
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Un gran escritor sale a la luz en los despachos diplomáticos de Wikileaks

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La Secretario de Estado Hillary Clinton estaba furiosa a causa de Wikileaks. «Esta revelación no es solamente un ataque contra los intereses de la política exterior de América», afirmaba el lunes. «Es un ataque a la comunidad internacional».

¿Por qué tan taciturna, Señora Secretario?

Sí, estaba esa desafortunada descripción del presidente de Francia como «el emperador desnudo». Y no les va a ser útil a nuestros amigos saudíes que el mundo sepa ahora que ellos quieren que Estados Unidos bombardee Irán.

Pero mire el lado positivo: Las filtraciones han demostrado al mundo que en alguna parte del cuerpo diplomático estadounidense se esconde un talento literario.

Esta aportación clasificada a la disciplina se producía con un título anodino, cable número MOSCÚ 009533 (http://bit.ly/gxhvmy). Su asunto, «Una boda en el Cáucaso», apenas suscitaba la curiosidad. Pero durante las 3.400 palabras siguientes, este cable fechado en agosto de 2006 procedente de la embajada estadounidense en Moscú cuenta un relato digno de una novela de Graham Greene al describir la boda del hijo del magnate de la petrolera estatal y legislador de la Duma Gadzhi Majachev.

A lo largo del relato, se nos informa del trayecto de los diplomáticos estadounidenses en el Rolls-Royce modelo Phantom de Gadzhi («el espacio para las piernas quedaba algo limitado por la presencia de una carabina Kalashnikov a nuestros pies»), el festín de la boda («los cocineros parecían tener ovejas y vacas enteras en un caldero día y noche en alguna parte, soltando trozos de las reses sobre las mesas en cuanto alguien entraba en la estancia») y la amenización («La actuación principal de Gadzhi, un cantante de origen sirio que respondía al nombre de Avraam Russo, no pudo asistir porque fue tiroteado unos días antes de la boda»).

La embajada informó a Washington de que el líder checheno Ramzán Kadyrov «bailó torpemente con su automática chapada en oro ceñida a la espalda de sus vaqueros» y presuntamente agasajó a los contrayentes con «un bloque de cinco kilos de oro». Ramzán arrojaba con soltura billetes de 100 dólares a los bailarines, que «probablemente recogieran más de 5.000 dólares del adoquinado del pavimento».

Puede que sea ilegal difundir los cables, pero era un delito ocultar al mundo «Una boda en el Cáucaso». Incluso estas alturas, su autor permanece en el anonimato. Está firmado por el entonces embajador Bill Burns (hoy subsecretario de estado) y clasificado por Daniel Russell, por entonces adjunto de la misión diplomática. El portavoz del Departamento de Estado P.J. Crowley decía que Burns no es el autor, pero se negaba a decir quién es.

¿Pero cuánto tiempo se puede ocultar este talento? El autor(es) describía la residencia de verano de Gadzhi «anexionada a una alta torre aeroportuaria verde de 40 metros levantada sobre columnas» con «una gruta cuyo suelo de cristal era el techo de un tanque de peces enormes». Él /ella /ellos describen la llegada de los invitados: «Otro grupo de amigos de la infancia de Gadzhi procedentes de Jasavyurt era encabezado por un caballero parecido al (difunto líder rebelde checheno) Shamil Basayev de vacaciones — chanclas, camiseta, gorra de baloncesto, sin afeitar — pero que resultó ser el rabino principal de Stavropol Kray».

El autor(es) de la descripción de su anfitrión contenida en el cable era despiadadamente cómico: «Los 120 brindis que se tragó como si fuera agua más o menos habrían matado a cualquiera, bebedor curtido o no, pero Gadzhi tenía a su camarero afgano Jan persiguiéndole para rellenar su bebida de una botella de vodka especial que contiene agua. Aun con todo, estaba en un estado mucho peor que la media hacia el final de la tarde. En un momento dado nos lo encontramos bailando con dos mujeres rusas casi desnudas que parecían tener moral distraída».

Y la prosa acababa de alcanzar la nota de diversión personal: «La actividad principal de la jornada fue comer y beber — empezando a las cuatro de la tarde durante ocho horas sin parar — espaciadas, una vez todos estaban servidos de comida y empapados de bebida, por un breve paseo en motos de agua por el mar Caspio… Para el occidental advenedizo, la música suena como un estruendo asincopado. Es la señal del baile: uno a uno, cada uno de los caballeros de barriga prominente (no había mujeres presentes) entraba a la pista y mostraba su habilidad bailando el lezginka lo que aguantara, normalmente de 30 segundos a un minuto».

Los invitados a la boda, «portando armas la mayoría», habían sido invitados a no dispararlas. «Durante la mayor parte de la ceremonia lo respetaron, sin unirse ni tan siquiera al magnífico espectáculo de fuegos artificiales». Pero los problemas se presentaron a los invitados estadounidenses cuando el rector de la facultad de Derecho local, «demasiado bebido para estar sentado, y no digamos para aguantar de pie, sacó su automática y les preguntó si necesitaban protección».

Armas de fuego, oro, vodka, lluvias de billetes de 100 dólares, un líder rebelde checheno, un oligarca del petróleo en la sombra e invitados de boda subidos a motos de agua con barrigas llenas de ovejas hervidas: Esto es diplomacia como Dios manda.

Dana Milbank

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