jueves, abril 25, 2024
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Hay que abolir los comités de los partidos

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Los defensores de la inmigración tienen razón: hay empleos tan sucios y degradantes que los estadounidenses simplemente no los realizan.

Prueba A de la acusación: La secretaría del Comité Demócrata de Campaña al Senado.

Desde que el Senador Bob Menéndez (N.J.) dejó caer que no seguiría desempeñando el papel, el secretario de la mayoría en el Senado Harry Reid ha tenido problemas para ocupar la vacante.

El Senador Chuck Schumer (N.Y.) la rechazó en redondo.

El Senador Michael Bennet (Colo.) se negó.

El Senador Mark Warner (Va.) se excusó.

El Senador Al Franken (Minn.) puso pegas.

El Senador Mark Udall (Colo.) envió sus excusas.

El Senador Sheldon Whitehouse (R.I.) rechaza la oferta.

La Senadora Patty Murray (Wash.) se resiste a la oferta.

Ahora se rumorea que Reid va a dividir el puesto en dos para reducir la carga, o tal vez ampliar su búsqueda de candidatos más allá del grupo en el Senado.

Aquí tiene una idea mejor: abolir el cargo de una tacada. En el improbable caso de que Reid presionara para hacer el cambio — y en el caso aún menos probable de que los Republicanos hagan lo propio — puede ser que el Congreso vuelva a solucionar los problemas de la nación.

Los comités de formación, como se les conoce, acarrean gran parte de la culpa del lamentable estado de nuestra política. En los últimos años, estas caducas entidades — el Comité Demócrata de Campaña al Senado, el Comité Nacional Republicano, el Comité Demócrata de Campaña al Congreso y el Comité Nacional Republicano al Congreso — se han convertido en motivos principales de disfunción en el Congreso.

Los comités están detrás de la deshumanización de los legisladores, haciendo que las dos formaciones no se vean mutuamente como homólogas sino como objetivos. A través de los comités de formación, los legisladores Demócratas trabajan para reclutar, recaudar fondos y hacer campaña por los rivales de sus colegas Republicanos — y a la inversa. Los comités, por encima de cualquier otro factor, han reemplazado la legislación con la refriega perpetua.

Es por eso que el Senador John Cornyn (Texas), secretario del Comité Nacional Republicano al Senado, dice haber aceptado otra legislatura al frente del comité para «poder acabar en 2012 la labor» de derrotar a los senadores Demócratas con los que se supone debe trabajar. Ese es el motivo de que el secretario de la oposición en el Senado Mitch McConnell diga que «lo más importante con diferencia que queremos lograr» no son unos presupuestos equilibrados ni la seguridad nacional, sino la derrota del Presidente Obama.

Hay pocas esperanzas de que los comités de formación desaparezcan. Pero hay ciertos desafíos a su hegemonía — y eso es bueno.

La regulación McCain-Feingold de las donaciones de campaña más allá de los límites federales ha reducido el peso de los comités, y el fallo del Supremo en el caso Citizens United, aunque inunda el sistema de donaciones anónimas, deja un resquicio de esperanza: Las donaciones realizadas por grupos independientes hacen menos relevantes a los comités de formación.

En 2002, antes de la prohibición de las donaciones al margen de las regulaciones federales y el fallo de Citizens United, los comités de formación eran responsables del 53% del gasto, según las cifras recabadas para el Washington Post por el Center for Responsive Politics. Pero en 2010, el montante recaudado por los comités era sólo del 33% del total (el resto se recaudó a través de candidatos y grupos independientes).

Esto ha coincidido con la pérdida de peso de los comités. Los candidatos que el Comité Nacional Republicano de Cornyn apoyó de manera oficial u oficiosa fueron derrotados por los aspirantes del movimiento fiscal en Alaska, Delaware, Nevada, Texas, Utah y Florida. Luego están los problemas para encontrar un voluntario que dirija el Comité Demócrata al Senado, un puesto menos codiciado a causa del hecho de que 23 de los 33 escaños en la lista en 2012 están ocupados por legisladores del comité Demócrata.

Hace años los congresistas, según reglamentos no escritos, nunca acudían a los distritos o los estados de los colegas a hacer campaña en su contra. Eso se prolongó durante los 90 y desapareció por completo en 2004, cuando el líder de la mayoría en el Senado Bill Frist acudió a Dakota del Sur a hacer campaña contra su homólogo Demócrata, Tom Daschle.

Alimentando el antagonismo hay legisladores cuya labor en los comités consiste en desbancar a sus colegas. La amargura resultante deja a ambas partes sin ánimo para llegar a los compromisos políticamente difíciles en materia sanitaria, social o presupuestaria.

«El camino para que la gente acepte el dolor a corto plazo para beneficio a largo es el amplio apoyo bipartidista», dice el veterano analista del Congreso Norm Ornstein, del American Enterprise Institute. «¿Cómo se hace cuando las funciones más elevadas del Congreso son desempeñadas por gente elegida para tratar de llevarse por delante o tumbar a esas personas a las que intentas persuadir de trabajar contigo en la legislación?»

Bien, algunos protegerán la fuerza de los comités de formación volviendo a la era de las donaciones sin límite. Entre los contrarios a la reforma está Dan Lungren (R-Calif.), el secretario entrante del comité administrativo de la Cámara.

Si triunfa, dice el reformista de la financiación de campañas Fred Wertheimer, «entonces los partidos estarán mucho más involucrados sacudiendo de lo lindo a los legisladores de la otra formación».

Este trabajo sucio debería de ser impropio de nuestros congresistas.

Dana Milbank

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