jueves, abril 18, 2024
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Empresarios en La Moncloa

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Este sábado, el presidente del Gobierno se va a reunir –como anunció en su última entrevista en El País- con una veintena de empresarios. Tiene Rodríguez Zapatero confianza extraordinaria en su capacidad de seducción en las distancias cortas y allí ha llevado para convencerlos, se recordará, al lehendakari Ibarretxe (con su Plan), a Artur Mas (con su Estatuto), a banqueros (con sus balances), a sindicatos (son sus reformas laborales), etc. Se recordará también cómo terminaron muchas de estas escenas de sofá pero parece que el presidente sigue confiando en si mismo y considerando que verle con unos y con otros en La Moncloa da tranquilidad a todos los demás que no son recibidos.

El todavía presidente de la patronal, Gerardo Díaz Ferrán, ha señalado, al conocer la convocatoria, que, en realidad, no va a servir para nada. Y razón no le falta. Si se tratase de servir para discutir, pactar o analizar seriamente la política económica, el procedimiento no sería, desde luego, un encuentro casi multitudinario en un fin de semana sin papeles y documentos previos, sin orden del día, etc. Es verdad que el presidente sabe lo que hay que hacer, sabe cuáles son las reformas que se le exigen, conoce la urgencia de las mismas y las prioridades, tiene información sobre los problemas y las demandas empresariales y, es de esperar, ninguna duda sobre las causas del encarecimiento de la deuda, que ha pasado a ser el tema de debate de los últimos días. Así que resulta difícil averiguar, si se trata de nuestra política económica, una reunión parcial y con este formato.

Pero eso no significa que no vaya a ser útil… para Rodríguez Zapatero que, en las actuales circunstancias, necesita dar la impresión de que sigue siendo interlocutor y tiene futuro, al menos hasta las próximas elecciones. Se trata, a todas luces, de una operación de marketing político que, por el momento, no puede permitirse con los sindicatos, como le gustaría para no perder más electorado tradicional del PSOE. Con los empresarios, más tranquilamente, podrá volver a lo de que España no es Irlanda, a lo de que hacemos los deberes, a lo de que toma nota de las sugerencias y a ese centro neurálgico de la política económica que consiste en pedir a todo el que se acerca que arrime el hombro. La reunión del sábado es, en definitiva, como un mitin. Más refinado pero, al fin y al cabo, unas pocas antes de las elecciones catalanas.

Germán Yanke

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