sábado, abril 20, 2024
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Contrato de integración

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En este comienzo de la campaña electoral en Cataluña, como ha ocurrido en la fase previa, el PP encabezado allí por Alicia Sánchez-Camacho insiste en el tema de la inmigración. Coincidiendo con el escándalo en Francia sobre la expulsión de gitanos rumanos, ya se trajeron a una diputada del partido de Sakozy, más para agitar a los descontentos en algunos barrios que para hacer una propuesta razonable. Ahora, la candidata insiste, además de la obviedad del cumplimiento de las leyes, en el “contrato de integración”. Uno pensaba que, a pesar de todos los embates conservadores en el seno del PP, este partido no iba a perder una cierta impronta liberal, sobre todo en una comunidad en la que la dirigente se presentaba al público con un cierto aire de modernidad, pero la paradoja catalana del partido de Rajoy parece explicarse más en la búsqueda, tan antigua como acomplejada, de un acercamiento al “sentimiento identitario” por la ruta de la regulación de la inmigración ya que otros copan la del nacionalismo.

No se entendería, de otro modo, que el PP de Cataluña nos hable  ahora de respetar “los valores” de la sociedad española y catalana, como ya se habló antes de las “costumbres”. Nadie puede explicar con seriedad, más allá de lo que se ha convertido en ley, qué demonios puedan ser los valores y las costumbres de las sociedades citadas además de que puedan ser distintos o complementarios. Valores y costumbres son siempre plurales, no generales, y contradictorios y si Sánchez-Camacho es lógicamente incapaz de determinar cuáles de ellos son propiamente “catalanes” entre los catalanes no va ahora a exigírselos a los inmigrantes. Por otro lado, tanta insistencia, como si hubieran encontrado un filón, da la impresión de que para el PP de Cataluña, después de haberse opuesto a tantas cosas allí, el principal problema no es otro que la inmigración, lo que ya tendría su gracia revisando la trayectoria política del partido. El despropósito se cuela por cada rendija de esta cuestión, incluso en la exigencia de una dilatada residencia para acceder a becas y otras ayudas. ¿Residencia o nacionalidad? Porque uno no acaba de saber si el valenciano, por ejemplo, que se traslade a Cataluña por motivos del tipo que sea debería demostrar una dilatada residencia para pedir una beca de la Generalitat.

Así que, ante el contrato de integración y en una concepción radicalmente distinta de la inmigración, hay que concluir que tiene razón Esperanza Aguirre, considerada por muchos conservadora y que este jueves mostró su escepticismo acerca de las propuestas de Sánchez Camacho, que esta otra dirigente popular, tan moderna y pretendidamente original a la hora de buscarse un subterfugio para su particular integración en el escenario en el que compite electoralmente.

Germán Yanke

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