viernes, abril 26, 2024
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Sáhara, soluciones de verdad

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Creo que a estas alturas ya sólo se hace evidente una cosa: que la situación del Sáhara Occidental es el fruto de un fracaso colectivo de la comunidad internacional y otro pequeño escaque en el tablero de juego de las enrevesadas relaciones entre las naciones. El caso es que, además, y llegados a este punto de la represión y la revuelta, el conflicto soterrado durante años ya nos afecta a todos y, muy singularmente, a los responsables públicos.

Llevo varios días escuchando declaraciones. Hacer declaraciones es gratis, y así lo demuestran Pons y Cospedal, erigidos en portavoces de un sinfín de naderías que sonrojarían al mismísimo Aznar, o a Rodríguez, por su inconsistencia y su banalidad. Pero el problema no es ese, el problema es que el gobierno se encuentra en medio de un drama social y humano jugando con cartas que afectan a muchos aspectos de nuestro interés y no solo a las del sufrimiento de un pueblo sitiado, sojuzgado y aplastado.

Los invasores de Perejil exigen no se qué, no está muy claro. Para ellos es fácil, porque se han acabado creyendo que los lejanos desiertos y las altas montañas están entre Zarauz y Orio, y que los comandos islamistas que organizaron el mayor crimen y la peor vergüenza de nuestra historia, no surgieron del país vecino del sur, sino de un caserío del Goierri, entre piedras y txacolís. Por eso exigen nosequés pintones, porque su irresponsabilidad se ha convertido en divisa y el concepto de vecindad militarizada contra el moro, es un subterfugio para explicar su moral de poderío, antiinmigrante, nacionalista y patriotera y, así, sin más, el reflejo del mal es el marroquí, sucedaneo moderno del gitano clásico de nuestro racismo nacional.

Algo doloroso, cuando lo que en realidad ocurre es que aún humean los trenes de la memoria y todavía crepitan las llamas de El Aiunn.

Hay que solucionar lo que pasa en el Sáhara, y hay que hacerlo pronto y bien. No valen medias tintas porque el mundo no se puede permitir la inmoralidad de una nueva Palestina sufriendo del mismo modo que la original. El Sahara Occidental no puede ser ni una reserva india ni un gran campo de concentración. Y la diplomacia y la presión internacional, ordenada y coordinada deben ser los elementos de presión política.

Yo no quiero que se permeabilice Marruecos, dando paso a nuevos criminales contra la ciudadanía española. Exijo responsabilidad en nombre de las victimas, de las habidas y de las que habría. Y ahora que están tan de moda, de nuevo, lo hago con mayor elocuencia. Me molesta la política de gestos, el ramillete de colorido que no esconde nada mas que un falso buenismo: el PP no se interesa por el Sahara, se interesa por debilitar al Gobierno.

Y los que se interesan de corazón por el Sahara deberían apostar, también, por resolver ese endémico y trágico presente, pasado vivido y el futuro que se les avecina. Los campos de refugiados y las jaimas son pintorescas cuando los viajes de solidaridad duran dos días, pero cuando tu vida se reduce a ese horizonte en el desierto las cosas se tienen que ver de otro modo. Y ahí es dónde hay que mostrar la solidaridad: en ofrecer algo más que aplausos y comitivas.

No busco la popularidad con mis palabras, no cabe duda. Pero creo que la responsabilidad y el esfuerzo diplomático, la implicación de terceros, como EEUU y la Unión Europea y la exigencia de una ONU que no sea una vez más lo mismo de siempre, es la clave del arreglo.

No en vano, mientras arden las Jaimas, en Nueva York se sienta a dialogar el Polisario con el gobierno marroquí.

Lo que ha pasado estos días, lo que está pasando, es intolerable. Estamos a tiempo.

Rafael García Rico

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