martes, abril 23, 2024
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El problema Palin del Partido Republicano

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En su nuevo apogeo político, los Republicanos tienen un montón de motivos de celebración – y uno importante al menos de preocupación.

El día de las elecciones, los votantes hicieron pedazos la agenda de prestaciones ampliadas y fiscalidad progresiva de Obama, dejando al presidente volver a unir los pedazos de sus objetivos. Durante esta campaña de las parlamentarias, los Republicanos se reencontraron con amigos con los que habían perdido el contacto: los independientes, los ancianos, los votantes universitarios, los votantes obreros, los votantes rurales y los votantes de las zonas residenciales. El Partido Republicano se beneficiará de la inyección de líderes atractivos y diversos, incluyendo a algunos, como el Senador electo de Florida Marco Rubio, con pedigrí entre el movimiento fiscal.

Lo que es más importante, los Republicanos han demostrado que no son un partido político compuesto de rebotados que queda confinado a los estados de la vieja Confederación, como hasta algunos estrategas Republicanos habían empezado a temerse. El Partido Republicano sí consolida su presencia en el Sur, pero fue el progreso en estados como Ohio y Pensilvania lo que estimula las esperanzas Republicanas de unas presidenciales con posibilidades. El Cinturón Protestante y la Región Industrial constituyen la combinación ganadora. 

Pero el apogeo es también una especie de límite, ilustrando el punto al que ni siquiera las marejadas de mar gruesa pueden llegar. La revolución de 2010 tuvo tanto de influencia en California como en Finlandia. Hasta después de unas elecciones Republicanas históricamente buenas, California estará representada por Jerry Brown y Bárbara Boxer, dando a los Republicanos de California buenas razones para desesperarse.

Y ni siquiera una considerable victoria política cambia la ley de acero de la política: la calidad de los candidatos importa. Candidatos Republicanos serios y de referencia al Senado podrían haber ganado en Delaware y Nevada. Pero Christine O’Donnell no fue seria. Y Sharron Angle – advirtiendo de «recursos a la Segunda Enmienda» en caso de derrota política — no fue de referencia. Los candidatos débiles al Senado de credenciales mal establecidas constituyeron el principal motivo de que si bien las victorias Republicanas en la Cámara fueron históricas — las mayores registradas de 72 años — las victorias en el Senado no lo fueron.

O’Donnell y Angle fueron regalos del Senador Jim DeMint y Sarah Palin a su partido. El entusiasmo del movimiento fiscal y la pureza ideológica hueca se suponía iban a ser mejores que los desfasados atributos «de la institución» como los logros, la inteligencia o la cualificación. Este enfoque de la política es de esperar de DeMint, que ha alcanzado la notoriedad nacional acusando a sus colegas Republicanos de hacer concesiones. Viniendo de Palin, sin embargo, es una amenaza al futuro Republicano.

En el pasado, Palin representó el estilo populista del movimiento fiscal al tiempo que desposaba una ideología Republicana bastante corriente. En política económica, social o exterior, Palin se apartó muy poco del Reaganismo simplificado y popularizado. La Mamá Osa puede haber sido feroz, pero sus lemas salían de la Heritage Foundation en lugar de los rincones más oscuros de la derecha.

Esta campaña electoral ha puesto en tela de juicio esa percepción. El apoyo de Palin a O’Donnell demostró mal juicio político. Pero Palin fue más allá, apoyando también al candidato del Partido Constitucional a la gobernación en Colorado Tom Tancredo, una de las figuras más divisivas de la política estadounidense.

Tancredo se ha forjado una carrera a base de alimentar el resentimiento anti-inmigrante y enarbolando granadas ideológicas. La gente que llevó al poder a Barack Obama, en su opinión, «ni siquiera sabía deletrear la palabra ‘voto’ ni al menos decirla en inglés». El Consejo Nacional de La Raza es «un KKK latino sin capuchas ni sogas». Miami es «un país tercermundista». El apoyo del Papa Benedicto a los inmigrantes pretende «reclutar nuevos fieles» en un intento de «marketing religioso». «El inquilino de la Casa Blanca», dice Tancredo, es una amenaza mayor a la Constitución que al-Qaeda. «Si su mujer dice que Kenia es su patria, ¿por qué no les enviamos de vuelta simplemente?»

Fue uno de los mejores resultados de las elecciones de 2010 que Tancredo fuera exiliado de cualquier cargo de confianza pública. Pero es preocupante que Palin considerara a Tancredo «el hombre adecuado para el puesto». Su apoyo plantea la duda de que Palin tenga alguna vara de medir para su apoyo aparte de la retórica anti-administración. Como intermediaria o como candidata a las elecciones de 2012, el juicio político cada vez más errático de Palin debería motivar la preocupación Republicana.

Palin aparecía hace poco en Fox Business Network para llamar «ruines» a los Republicanos. «A algunos dentro de la institución no les gusta el hecho de que no vaya a doblegarme a la voluntad de los sureños», decía. Esta extraña mezcla de Jacobinismo fiscal y agravio feminista se ha convertido en el estilo de trabajo de Palin. Lo que a muchos Republicanos, de la institución o de lo que sea, no les gusta es esto: La principal figura del movimiento fiscal parece cada vez más indiferente a la suerte de los Republicanos y cada vez más tolerante con un extremismo preocupante.

Michael Gerson

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