jueves, abril 25, 2024
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¿Están los vascos muy contentos?

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En la mayoría de la prensa del País Vasco se observaba este fin de semana un llamativo contento por las transferencias de competencias y las inversiones previstas en el acuerdo entre el PNV y el Gobierno para que los nacionalistas apoyen los Presupuestos de 2011. Una parte de ella no pasa por alto la bofetada que supone para Patxi López ni el descalabro institucional que implica el pacto pero no por ello dejan de considerar que transferencias e inversiones son buenas para todos los vascos. Sin insistir u obviando la enfermedad terminal que se ha inoculado en el Gobierno y en el proyecto político de López, los portavoces socialistas también subrayan la bondad de unas y otras, transferencias e inversiones, añadiendo que serán ellos los que las gestionen.

Estas coincidencias producen un cierto pasmo. Algunas de las inversiones estaban ya aseguradas previamente y otras eran negociadas por el Gobierno regional. Asegurarlas en este pacto es, sencillamente, convertir al PNV en protagonista de lo que, como partido de la Oposición, no era. Además, el acuerdo cuela otras, ciertamente menores, que no son sino coscorrones a López añadidos a la bofetada principal, como es el caso del dinero destinado a estudios para la posible instalación de un nuevo Guggenheim en Urdaibai. Las transferencias –como ya se comentó el acuerdo previo de las políticas activas de empleo- han estado pendientes hasta ahora no por una inquina general de los gobiernos españoles (de izquierda, derecha o centro) sino por el modo en el que los ejecutivos nacionalistas querían recibirlas y por su influencia en las políticas generales. Se trataría, al menos, de ver cómo se van a hacer en estos próximos meses ya que, para más inri, parece que una comisión de socialistas necesitados y nacionalistas envalentonados va a sustituir en la práctica a la Comisión Mixta de Transferencias.

Pero lo fundamental, para analizar el contento con unas cuantas transferencias y unos cuantos millones, es ver si todo eso compensa el arrumbamiento de un proyecto político tan interesante como necesario en el País Vasco y, junto a él, del entramado institucional que se ha venido abajo. Las competencias, por otra parte, no son dioses a los que haya que venerar, sino decisiones políticas que hay que avaluar, en el cómo y en el cuándo, en cada momento. Cuando no se discute que se cedan a Europa pero siempre que se queden en la Administración central, sea cual sea el modo en que se reclaman (y a menudo se hace sin respeto a la ley ni lealtad constitucional), el significado político del papanatismo alegre es sospechoso. Cuando a los vascos, de fiarnos de estos comentarios periodísticos, parece interesarles más unos millones que el funcionamiento razonable del Estado democrático y el respeto a las instituciones, incluso las autonómicas, están en el borde de un precipicio en el que se puede comprar y vender la dignidad política. Como para estar contentos…

Germán Yanke

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