Tomás Gómez, el lunes: “Ocho años es un tiempo más que razonable para convertir el sueño en realidad”. Tomás Gómez, otra vez, el jueves en la COPE y con el mismo tacto que tendría el que maneja un explosivo: la limitación de mandatos es “un ideal al que tender como país”; amén de una “opinión minoritaria”, que “no está en el debate interno” del PSOE. El mismo Gómez, unas horas después, el viernes en Antena 3: “Era una reflexión de fondo”, “Zapatero es mi candidato”.

Pero a pesar de tanto matiz y tanta mano izquierda, las declaraciones de Tomás Gómez, igual que las más directas de José María Barreda de la semana pasada, han servido para mantener en las portadas de algunos diarios un debate recurrente, que tampoco para en las filas socialistas: ¿Debe Zapatero presentarse a un tercer mandato? ¿Lo va a hacer?

El primero que abrió ese melón, hace ya un par de años, fue José Bono, durante la presentación de una biografía no autorizada del presidente, escrita por los periodistas Juan Carlos Escudier y Esther Jaén. En aquel acto, Bono aseguró que Zapatero no estaría más de ocho años. El ahora presidente del Congreso incluso llegó a decir que se lo había escuchado a Zapatero, algo que después fue desmentido. Pero los tiempos han cambiado mucho desde entonces. Lo que era un debate formal, sobre el poder y la estética, ahora se ha convertido en una pelea mucho más compleja.

Por el camino, a Zapatero se le acabó la buena suerte. Hoy ya no es, según las encuestas, aquel líder tan valorado que conseguía mejor nota que la que sacaban sus propias siglas. Hoy el PSOE está sufriendo un serio desgaste, pero pierde muchos más enteros el presidente del Gobierno. Zapatero ya no suma sobre la marca socialista y, dentro del partido, hay otros candidatos que presentan una mejor valoración popular y que, según las encuestas, lo tendrían más fácil para plantar cara al PP, hoy tan crecido.

En los últimos meses, son más las personas en su entorno cercano que apuestan porque Zapatero lo dejará, que no repetirá como candidato; que después de las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2011 anunciará que no se presenta. “Decirlo antes es inocuo, tiene tanto a favor como en contra, porque por un lado desactiva que esas elecciones sean un plebiscito sobre él; pero, si dice que se va antes de mayo, le entrega al PP la baza de que el presidente es un lastre”, asegura un ex dirigente del PSOE. Que fuese en mayo, –lo que impediría que hubiese un candidato socialista en firme probablemente hasta septiembre, a seis meses de las siguientes generales- no sería un plazo demasiado corto. El propio presidente ha declarado en varias ocasiones que hoy, en los tiempos de Internet, no hace falta muchísimo plazo para lanzar un nuevo líder. El resultado de las primarias de Madrid, con el renacido Gómez, es un ejemplo de ello. Algunos piensan –entre ellos, el presidente del PSOE, Manuel Chaves– que Zapatero no dirá si sigue o se va hasta finales de 2011. ¿Y si dice que no? “En tres meses se puede lanzar un candidato”, responden, optimistas.

La lista larga de aspirantes con posibilidades para suceder a Zapatero se repite en todos los corrillos socialistas. Son siete nombres, siete posibles postulantes. Tres ministros: Alfredo Pérez Rubalcaba, José Blanco y Carme Chacón. Dos ex ministros: José Bono y Javier Solana. Y dos barones: Patxi López y Guillermo Fernández Vara. Sin embargo, muchos de ellos se pueden dar por descartados casi de saque. Bono, por el serio desgaste que ha sufrido con la radiografía de su abundante patrimonio. López, porque aún no lleva ni una legislatura gobernando Euskadi. Solana, porque no cuenta con ningún apoyo territorial y es hoy más un jubilado que un político con posibilidades reales de regresar –por mucho que Felipe lo defienda–. 

Sin embargo, el perfil que tendrá el sucesor de Zapatero dependerá mucho del momento y las circunstancias en que llegue el congreso extraordinario o las primarias que designaría al nuevo líder socialista. Si Zapatero lo dejase en un momento dulce,  tendría más posibilidades de apadrinar a un candidato (o candidata). En las circunstancias en las que es probable que llegue a ese momento, su influencia será tan poco definitiva como lo ha sido con Trinidad Jiménez.

Las tres opciones se pueden resumir en tres grupos: los ministros, los barones o el pasado felipista. El pasado, Bono o Solana, sólo tendrían hueco en un escenario de hundimiento del PSOE aún más grave del actual; casi en una refundación. Los barones, por su parte, tendrían más opciones que los ministros si la sucesión de Zapatero se produce después de 2012, en el caso de que el presidente sea el candidato y pierda por mucho. En esa situación, los barones argumentarían –ya hay alguno que lo hace– que alguien de su equipo, algún ministro, tampoco vale para la siguiente época porque también sería parte de esa derrota.

Hay también una cuarta opción: un nuevo Zapatero. Alguien hoy casi desconocido que, contra pronóstico, consiga el sillón de Pablo Iglesias. Parece improbable, pero también lo parecía en el año 2000, cuando el anónimo Zapatero derrotó al favorito José Bono.