viernes, marzo 29, 2024
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Los abucheos llegan al Congreso

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Veinticuatro horas después de producirse, los abucheos al Presidente del Gobierno, protagonizados por quienes no dejan de ser una minoría, llegaron al Congreso. No, allí no hubo ayer abucheos. Llegaron porque han tenido su recorrido informativo y la opinión sobre los mismos se convirtió en la pregunta obligada en los pasillos. Tan obligada que sus señorías sabían de antemano que esa y no otra iba a ser la pregunta.

Las crónicas relatan el rechazo de todos ellos a que este tipo de manifestaciones se produzcan en momentos de especial solemnidad y la ofrenda a los caídos, el himno nacional o la izada de la bandera lo son. Y lo son  al menos en cualquier país del mundo que tenga conciencia de serlo.

No ha habido un solo Presidente que se haya librado de situaciones similares. A Felipe González le abucheaban en la Universidad y a José María Aznar le llegaron a llamar asesino ante el estrepitoso silencio de algunos de los que hoy se sienten ofendidos. Algunos, al menos en este punto, tenemos el discurso claro. Con la misma claridad y dureza que criticamos los abucheos a Felipe González y, desde luego, los terribles insultos y gracietas dirigidas a Aznar, criticamos hoy no sólo el momento de los abucheos, sino los abucheos mismos. Contra esto es imposible luchar. Al parecer, el griterío forma parte de la liturgia democrática y habrá que asumirlo aunque no se comparta.

Dado que la parada militar se ha convertido en lugar de encuentro para el griterío, la ministra Chacón propone un consenso para establecer un formato de celebración de la Fiesta Nacional. Tiempo habrá de abordar la cuestión, pero qué llamativo y lamentable resulta comprobar como una nación como España a estas alturas de su historia no sepa como conmemorarse a sí misma. La celebración del 12 de octubre fue lánguida y tristona, y eso no tiene que ver con la obligada austeridad. Tiene que ver con el estado de ánimo general de los ciudadanos y porque, salvo cuando hay futbol, en España apenas se habla de España.

El que ayer en los pasillos  del Congreso prácticamente “solo” se hablara de los abucheos, no significa que sean el problema número uno. Significa, delata que sobre la situación presente y más próxima parece que está todo dicho, que la legislatura languidece a pasos agigantados, que con abucheos o sin ellos, el PSOE y desde luego el Presidente  están en caída libre y que solo queda por dilucidar —ya lo está— quien sustituirá a Corbacho en el ministerio de Trabajo. No hay que descartar algún otro movimiento de baja intensidad  como que, por ejemplo, la ministra  Garmendia, responsable de Ciencia y Tecnología, asumiera también Industria y fuera Sebastián quien abandonara el Ejecutivo, según relata algún “garganta profunda”. Fuera de eso, nada. Ni crisis, ni elecciones. Y  el PP a la espera.

Charo Zarzalejos

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