jueves, abril 18, 2024
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Tres preguntas al movimiento de protesta fiscal

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Así que «el verano de la recuperación» sigue apretando, con los Demócratas achicharrados, acosados por las moscas pesadas, la arena de los bañadores, el agua en el oído. La altas en el paro aumentan, los Republicanos llevan ventaja en las encuestas generalistas al Congreso y George W. Bush es seis puntos más popular que el Presidente Obama en distritos Demócratas «de primer orden» más vulnerables a la captura Republicana. Aun así, los Demócratas se aferran a la esperanza de que Obama es en realidad la versión progresista de Ronald Reagan — pero sin la inteligencia, el humor, una ideología comprensible ni un plan económico eficaz. Aparte de eso, el parecido es esotérico.

Pero el Partido Republicano se enfrenta a sus propias dificultades — una ideología de eficacia no demostrada en el núcleo de su atractivo.


En el curso normal de los acontecimientos, los movimientos políticos empiezan como argumentos intelectuales, desarrollados a menudo durante años en publicaciones y libros serios. Para estudiar al movimiento de protesta fiscal, los futuros eruditos tamizarán las intervenciones de Sarah Palin en Twitter. Sin una trayectoria de debates clarificadores y edificantes, los Republicanos tienen que plantearse tres preguntas de los candidatos que encabezan el movimiento de protesta fiscal:


En primer lugar, ¿cree usted que son inconstitucionales la seguridad social y Medicare? Este parece ser el punto de vista sincero del candidato Republicano de Colorado al Senado Ken Buck entre otros defensores del «constitucionalismo» dentro del movimiento. Ello refleja la convicción de que la administración federal sólo tiene las competencias enumeradas específicamente en la Constitución — que no recoge pensiones ni bajas.


Esta opinión es consistente desde el punto de vista lógico — tanto como históricamente desinformada, moralmente irresponsable o políticamente desastrosa. La Constitución, en contraste con los Artículos de la Confederación, concede amplias competencias a la administración federal para fijar los impuestos y destinar fondos a «financiar… el bienestar general» — por lo menos si se cree a Alexander Hamilton y a un buen número de sentencias del Supremo. En la práctica, la abolición de la seguridad social empujaría a 13 millones de ancianos y puede que más a la indigencia, atenuando la diferencia entre idealismo conservador y social darwinismo.


Este enfoque mina un enorme avance conservador. Pese a las primeras dudas de la seguridad social y la Ley de Derechos Civiles, Ronald Reagan condujo a los Republicanos más allá de la resistencia de Alf Landon al New Deal, y de la oposición de Barry Goldwater al código federal de derechos civiles, haciendo hincapié en su lugar en el crecimiento económico y la fortaleza nacional. El «constitucionalismo» consistente enredaría a los Republicanos en un error político sin final y progresivamente complejo — oponiéndose, en los momentos de sinceridad, a la prestación por desempleo, el salario mínimo, el sistema federal de infraestructuras o la desegregación de los comedores.


Una segunda pregunta a los candidatos del movimiento fiscal: ¿piensa usted que la identidad estadounidense es minada por la inmigración? Ha estallado un debate interno en torno a esta cuestión entre los favoritos del movimiento de protesta fiscal. Tom Tancredo, candidato a la gobernación de Colorado, agita la perspectiva de bombardear La Meca, insta al presidente a volver a su «patria» en Kenia y llama a Miami «un país tercermundista» — logrando ofender a la población de cuatro continentes. Dick Armey, de FreedomWorks, critica con razón «la dura y severa y mezquina postura de Tancredo en la cuestión de la inmigración». Pero los márgenes del movimiento, durante los recientes debates acerca del derecho a la ciudadanía y la mezquita de Manhattan, parecen decididos a retratar a hispanos y musulmanes como una quinta columna.


No hay método más eficaz de generar resentimiento étnico y separatismo que la sospecha infundada. El impulso nativista es el enemigo de la asimilación. En una nación en la que las minorías comprenden ya las dos quintas partes de los menores de 18 años, los Republicanos deben comprender también que tolerar el nativismo conllevaría una lenta asfixia política.


Cuestión tres: ¿cree usted que el derecho a llevar armas es relevante en el debate de la sanidad? La candidata Republicana de Nevada al Senado Sharron Angle planteaba esta cuestión afirmando que, «si este Congreso sigue yendo por los derroteros por los que va, la gente va a recurrir en serio a esos remedios de la Segunda Enmienda». Lejos de reflejar la intencionalidad de los arquitectos de la Constitución (que supieron tratar la revolución de las destilerías), el recurso implícito a la violencia política es un amago – más estúpido que siniestro. Pero es tóxico para el Partido Republicano ser asociado con los inmaduros y los de las armas.


La mayoría de los estadounidenses que se identifican con el movimiento de protesta fiscal están comprensiblemente preocupados por el tamaño y el alcance de la administración. Su entusiasmo es una ventaja Republicana clara. Pero el populismo fiscal es igual de claramente incompatible con algunas creencias conservadoras y Republicanas. Está enfrentado diametralmente al tono inclusivo de Abraham Lincoln y su convicción de que las políticas del gobierno pueden dar poder de decisión a los individuos. Es inconsistente con la enseñanza religiosa de que la responsabilidad del gobierno es aspirar al bien común y cuidar de los débiles. No refleja una sospecha Burkeana de cambio social radical.


La pesadilla política Demócrata es ya obvia y abrumadora. El desafío Republicano es distinto, levantar una mayoría sobre unos cimientos inestables y ligeramente chalados.

Michael Gerson

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