jueves, abril 25, 2024
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Los presidentes también saben ser chicos

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«Ten siempre presente que el presidente tiene alrededor de seis años».

Este consejo fue ofrecido hace más de 100 años por un amigo británico de Teddy Roosevelt. La nación ha madurado desde entonces, y también la presidencia. El Presidente tiene ahora alrededor de 12.

Mientras la esposa y la hija menor del Presidente Obama practicaban las relaciones internacionales en Mallorca el domingo con el Rey Juan Carlos y la Reina Sofía, el jefe del ejecutivo se quedaba en casa celebrando una fiesta temática en su honor. El presidente y sus camaradas celebraban una barbacoa de cumpleaños durante el fin de semana con torneo de baloncesto con LeBron James, Alonzo Mourning, Magic Johnson y otras leyendas del deporte.

La víspera, era una visita de cuatro horas al campo de golf para Obama y los muchachos. El lunes, hizo de anfitrión del campeón de la Super Bowl, los New Orleans Saints, en la Casa Blanca y habló de sus pinitos sobre el campo el año pasado con el defensa de los Saints Drew Brees. «Me lanzó un tiro en espiral que yo entonces pasé lateralmente al tipo que cubría a DeMarcus Ware (defensa de los Dallas Cowboys)», recordó el presidente. «También quiero señalar que superé a Troy Polamalu (medio de los Pittsburgh Steelers) sobre medio campo en ese tiro». Obama se volvió hacia Brees. «¿Te acuerdas?»

Los chicos siempre serán chicos — hasta cuando son presidentes.

Según el contable presidencial oficioso de CBS News Mark Knoller, Obama ha salido de la Casa Blanca para jugar al baloncesto en 16 ocasiones hasta el momento, además de las incontables veces en que ha jugado en la cancha de su residencia. Ha ido a hacer unos hoyos en 44 ocasiones, ha ido a pescar y ha jugado al tenis. Acontecimientos de tintes deportivos celebrados en la Casa Blanca en total: 45. Alrededor de seis veces la cifra de ruedas de prensa que ha concedido.

Los enemigos de Obama le ridiculizan por jugar al golf con mayor frecuencia que su predecesor fanático del deporte, que sólo hizo 24 hoyos durante su presidencia entera de ocho años. «Obama se salta funeral polaco, acude directamente a campo de golf», era el titular del Washington Times. Los progresistas que con anterioridad ridiculizaban el momento Farenheit 9/11 de George W. Bush en el campo de golf ahora hablan de la necesidad de que Obama se saque los pájaros de la cabeza.

Independientemente de los beneficios de aclararse las ideas (o en el caso de Bush, de centrifugarlas) el fin de semana de cumpleaños universitario celebrado por Obama en la Casa Blanca fija un nuevo estándar de juego presidencial: el golf en la Base Aérea de Andrews con sus amigos, después el domingo de baloncesto con profesionales (y ex-profesionales) como Grant Hill y Bill Russell (y Kobe Bryant mirando desde el banquillo) y finalmente primera hora de la mañana del lunes, la adoración de los Saints.

Alrededor de un centenar de jugadores entre otros deportistas eran conducidos al Ala Este de la Casa Blanca para llevar a cabo un ensayo de su reunión con Obama. «Vais a ocupar las posiciones en las que estáis, y luego vamos a llamar al presidente», ordenaba un joven asesor de la Casa Blanca a los fornidos caballeros, que se hacían fotos con iPhones.

Los jugadores ocupaban plataformas de alta resistencia vencidas por el peso de los atletas que han pasado por allí. Detrás de los jugadores, un óleo de George Washington hacía parecer que el primer presidente presentaba a los Saints con el brazo derecho extendido. El presidente 44 se mostró mucho más animado cuando llegó al acto, precedido de jazz y el grito de ánimo a los Saints, «Who dat?» Prescindió del habitual cue – no hay necesidad de muleta cuando hablamos de deportes – y con frecuencia levantó la vista del texto sobre el atril para improvisar.

«He de señalar que (el entrenador) Sean (Payton) es de Chicago. Apunto el dato», bromeaba Obama. «Tienes que ser duro para ser de Chicago. Tomo decisiones difíciles a diario, pero nunca sobre un fuera de diez yardas en la segunda mitad de la Super Bowl. Para eso hacen falta agallas».

Obama dejaba claras sus lealtades, como hizo con su gorra de los White Sox para lanzar la primera bola de los Nationals. «Mire, soy hincha de los Bears – no voy a mentir», decía a los Saints. Sin embargo, aceptó la camiseta de los New Orleans con el número 44.

«Póngasela en Chicago», gritó alguien entre el público.

«No metáis caña», respondió Obama. «Me gustáis todos, pero no metáis caña».

Los campeones de la Super Bowl vieron despegar a Obama entonces en su helicóptero, que le llevaría a su 747. Para un presidente de 12 años, es lo máximo.

Dana Milbank

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