miércoles, abril 24, 2024
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Si a la primera no hay secesión, sigue intentándolo

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De vacaciones en los Outer Banks de Carolina del Norte esta última semana, he pensado en lo diferentes que serán aquí las cosas cuando el Sur abandone la Unión.

Los Confederados, anticipo, solicitarán que el Elizabeth’s Cafe & Winery destierre la langosta caprese en favor del siluro a la plancha. Los cafés manchados de Duck’s Cottage probablemente serán anulados y sustituidos por el té dulce. Inevitablemente, el spa Sanderling será obligado por orden judicial a interrumpir sus clases de yoga Vinyasa y abrir en su lugar una galería de tiro.

Afortunadamente, no hay indicios de hostilidades inminentes en la costa; los Escalade matrícula de Jersey siguen circulando por la Autovía 12 sin ser hostigados por la artillería rebelde. Pero no pensará que las cosas están tan tranquilas por las palabras pronunciadas últimamente por los candidatos Republicanos a las primarias. Aquí en el Sur, vienen haciendo campaña a cuenta de una teoría extraña: nada triunfa como la secesión.

El autor material más reciente es el Representante Zach Wamp, que se presenta a las primarias Republicanas a la gobernación de Tennessee. «Espero que el pueblo estadounidense acuda a las urnas en 2010 y 2012 de forma que los estados no se vean obligados a considerar la escisión de esta administración», decía el 23 de julio durante una entrevista en Hotline, de National Journal.

Wamp dijo más tarde que el periodista había cometido algún error «al extrapolar» de sus declaraciones que él es partidario de la secesión, pero para entonces ya había hecho sonar el grito de guerra justo a tiempo para las primarias del jueves. La campaña de su rival, Bill Haslam, dice que Haslam «tiene el temple necesario para no amenazar con la secesión a la primera de cambio».

Wamp seguía el exitoso modelo del Gobernador de Texas Rick Perry, que se preparaba para unas primarias difíciles el año pasado con el Senador Kay Bailey Hutchison cuando soltó la idea de que los tejanos podrían «disolver» su vínculo con la unión. La idea logró rápidamente el apoyo de Tom DeLay, que apareció en televisión para explicar «cómo hacer la secesión», y del Representante de Texas Ron Paul, que argumentaba que «la secesión es un principio muy estadounidense». Perry derrotó a Hutchison en las primarias.

Y no nos olvidemos del Representante Steve King, R-Iowa, que parece creer que sus electores van a cambiar de bando y esta vez se unirán a la Confederación. En marzo, decía a los activistas conservadores que «esperemos no tener» que ir por nuestra cuenta y «empezar un país».

La mayoría de los conservadores saben que suena demencial hablar de disolver la unión. Después de todo, la última vez no salió muy bien. Es por ese motivo que es más aceptable hablar del primo de la secesión, la anulación. Refiriéndose a ellos mismos como «Décimos» (en honor a la Décima Enmienda, que reconoce como de los estados las competencias no depositadas expresamente en la instancia federal), afirman que los estados pueden ignorar por las buenas cualquier ley federal que no sea de su gusto.

Esa fue la estrategia en Missouri la semana pasada, donde un referendo apoyado por el candidato Republicano al Senado, el Representante Roy Blunt, fue aprobado con el 71% de los votos; esencialmente la medida anula y declara no vinculante la disposición legal contenida en la reforma sanitaria que obliga por ley a los particulares a contratar un seguro de salud.

Pero la anulación, como la secesión, se ha intentado antes con resultados desastrosos. En 1832, Andrew Jackson amenazaba con utilizar la fuerza contra Carolina del Sur por anular el código federal, diciendo que el estado estaba al borde de la traición y anunciando que «decir que cualquier estado puede escindirse a voluntad de la Unión es decir que los Estados Unidos no son ninguna nación». Un compromiso evitó la violencia durante otro cuarto de siglo.

Los enemigos del Presidente Obama afirman respetar la Constitución con asiduidad, pero el respeto es selectivo. Al anular el código de reforma sanitaria, están torpedeando el Artículo VI, que reza: «Esta Constitución, y las leyes de los Estados Unidos que se promulguen en cumplimiento de la misma… estarán sujetas al cumplimiento de los derechos y los deberes».

Si un estado piensa que el código es inconstitucional, puede llevar la ley ante la justicia, igual que está haciendo Virginia. Si a la población no le gusta el código, puede elegir un Congreso nuevo y un presidente que lo derogue. Puede intentar enmendar la Constitución, como harán varios legisladores Republicanos con la derogación propuesta de la Decimocuarta Enmienda, la que contiene toda esa tontería de la igualdad ante la ley. Pero secesión y anulación tienen la legitimidad de un berrinche.

Aún así, han sido irresistibles para el movimiento de protesta fiscal este año electoral. Varios estados más están contemplando leyes de anulación o referendos, y en Minnesota, el candidato Republicano a la gobernación Tom Emmer se muestra partidario de rechazar todas las leyes federales a menos que la mayoría suficiente en la Legislatura del estado acceda a implantarlas.

Los electores de Tennessee, sin embargo, tuvieron en mayor estima a la Constitución. Cuando se materializaron los réditos la noche del jueves, Haslam había dado una paliza al rebelde Wamp.

¡La Unión está a salvo!

Dana Milbank

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