Siempre punzante y ajustado en sus análisis, José Antonio Zarzalejos describe en El Confidencial las razones de lo que llama “El Waterloo de Rodríguez Zapatero”, referido al inocultable fracaso del todavía presidente del Gobierno de España en el semestre de presidencia rotatoria de nuestro país en la Unión Europea. La relación de fracasos que aporta es realmente impresionante, a partir del hecho dramático de que, aun presidiendo la UE, ante la crisis griega, España no ha sido parte de la solución, sino incluso parte del problema, mereciendo por ello la reconvención del FMI y de la canciller alemana Angela Merkel. Claro está, que difícilmente podía Rodríguez Zapatero arreglar nada fuera cuando se le está viniendo abajo aquí dentro la economía española sin que nada, por grave que sea, consiga sacar a nuestro peculiar presidente de la demagogia en que tan confortablemente parece sentirse.
Al mismo tiempo, el fracaso de la presidencia española de la UE recibía la dura visibilidad del desinterés de Obama por la prevista cumbre de EEUU y la UE, cancelada por el presidente norteamericano en una decisión por otra parte comprensible ante una diplomacia española que, en manos del inverosímil Moratinos, se manifiesta encantada con raras amistades con lo peor de cada casa, por ejemplo, con los sátrapas actuales de Cuba, Venezuela y Bolivia, Castro, Chávez y Evo Morales, por poner tres ejemplos menos que dudosamente democráticos. Tampoco ha podido ZP, tras la opaca y manifiestamente mejorable reciente cumbre UE-América Latina-Caribe en Madrid, sacar adelante la prevista cumbre en Barcelona de la Unión de países del Mediterráneo con la UE, que probablemente se traslade a Marsella, porque Sarkozy, incluso con sus excentricidades, es un presidente que sí cuenta en el concierto internacional. Y ni siquiera el Rey Mohamed VI se dignó acudir a Granada a la reciente cumbre UE-Marruecos. Cabe temer que si la presidencia española no fuera reglamentariamente semestral, ni la Unión Europea saldría indemne del desastre que Rodríguez Zapatero parece abocado a llevar todo lo que toca.
Para completar el demoledor análisis del desastre de la presidencia semestral española, lastrada por ZP, apunta Zarzalejos la falta de respuesta rápida, por parte de la UE, a la reciente crisis del transporte aéreo europeo por la erupción del volcán de Islandia, y el hecho, nada casual, de que el nuevo primer ministro británico, Cameron, haya viajado a Berlín y a París, pero no a Madrid ni a Bruselas, en un gesto de inequívoca lectura: el Reino Unido tiene interés en la UE, pero sabe que los verdaderos centros de decisión corresponden al eje franco-alemán, y que Rodríguez Zapatero nada cuenta, ni en Bruselas ni ya casi en Madrid. Al fin y al cabo, el actual Gobierno español está superado no sólo, con toda evidencia, por una crisis económica ante la que se ve incapaz de reaccionar con mínimos de coherencia, sino también por la seria crisis institucional del modelo autonómico del Estado.
Y es que Rodríguez Zapatero se ha convertido en el más ajustado ejemplo de la vieja advertencia de que “se puede engañar a todos alguna vez, se puede engañar a algunos siempre, pero no se puede engañar a todos siempre”. La dramática circunstancia del actual presidente del Gobierno español es que cada vez menos le creen dentro del país y casi nadie le cree fuera, en los escenarios internacionales. La conclusión a que llega Zarzalejos en su afilado análisis es que, con la perspectiva de una probable huelga general, se ha consumado el Waterloo de Rodríguez Zapatero incluso entre sus propias filas, donde cada día más abiertamente, por lógico y razonable instinto de supervivencia del partido, se le pide que deje paso a algún otro dirigente del PSOE más capacitado para las responsabilidades del Gobierno, que ciertamente los hay y no pocos.
Carlos E. Rodríguez