martes, marzo 19, 2024
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Mario, en el cambio vasco

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Una y mil veces. Las cosas fundamentales que han llevado el cambio político a Euskadi hay que reiterarlas mil veces. La fácil tendencia a la siesta ibérica es peligrosa. Eso de que (lo de Euskadi)«ya está«, y así poder volver a la pelea  en el Senado, en el Congreso, ante la Justicia, ante la Memoria, porque todo vale, eclipsa la marea titánica que ha llegado hasta aquí. Y difumina las secuelas por tantos muertos: 857 víctimas.

Es lo que ha venido a decir en Madrid el profesor Joseba Arregui, dentro de un acto de la Fundación Mario Onaindia con motivo del primer aniversario del cambio vasco. Y sin ese empuje, «va a costar mantener la tensión del cambio vasco«. Si la atención se fija sobre lo ya conseguido -y que bien podría perderse-, lo de Euskadi suena retórico. ¿Gobierno del PSE con apoyo del PP? «Eso ya está«.

El escritor Jorge Martínez Reverte, gran conocedor de la situación vasca, evocaba el legado político de Mario Onaindia al «tirar la primera piedra« contra el sacrosanto concepto de la «identidad« (vasca). La figura del original político vasco se hizo presente en la sala y hasta sus palabras irónicas hacia los que le admiraban. Reverte señaló que faltó autocrítica a la izquierda española desde los primeros años 70 para abordar la cuestión..

No fue una observación banal. El romanticismo nacionalista -como lo definió Reverte- se subió a una marea discursiva ante una izquierda cautiva cuando no tolerante o acomplejada. Y el lenguaje, esa herramienta vital, sigue siendo un reto para hablar entre distintos con derechos de igualdad. Un año después del Gobierno vasco del cambio, como antes, entre los que no se sentían concernidos por el nacionalismo y los que lo eran.

Treinta años para recuperar una batalla del lenguaje, que resalte el concepto de la ciudadanía por encima del de la identidad. Y la aceptación de que son los terroristas los que se fueron de la democracia, de tal forma que los demócratas no son los que deben «moverse«. Pero son viejos axiomas incrustados. El nacionalismo lamentó que «otros« le asociaron a los violentos, pero ellos mismos reclamaron más nacionalismo para pacificar el país. Fueron algunas de las palabras de Arregui.  También que el famoso viaje al monte (Batasuna para buscar a ETA, el PNV a Batasuna, y el PSE al PNV), dejando siempre fuera al PP, ha sido el eje vertebrador de la política durante las pasadas décadas.

En el coloquio hubo más voces lúcidas. La de Juan José Laborda, ex presidente del Senado, quien en su perfil de hombre político de consenso lamentó la «falta de narrativa« del Gobierno vasco para defender su modelo en Madrid. La de Emilio Guevara, que fijó también su atención en la situación  anómala de Álava, donde el pacto PSE-PP no se materializó, o la de Teo Uriarte, quien pidió más palabras para un Gobierno a veces mudo. Ilusiones de resistentes bajo la figura imborrable (y la imaginada mirada atenta) de Mario Onaindia.

Chelo Aparicio

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