martes, marzo 19, 2024
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Grande Granados

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En las ferias taurinas de España se ha hecho tradicional el grito: “¡gracias, Victorino!” en reconocimiento al trabajo del único ganadero que garantiza casi siempre espectáculo con sus encastados y bravos toros. Los “victorinos“ son de verdad, se mueven, embisten y no rehúyen la pelea. Por eso emocionan y llenan las plazas hasta la bandera.

En esta semana de irremediable crisis los españoles hemos tenido que soportar un espectáculo grotesco en el Senado, que se quiera o no significa una agresión más a uno de los vehículos esenciales de nuestra unidad: la lengua española, para otros el castellano. En la Cámara Alta pudimos ver a los representantes de las Comunidades y ciudades autónomas de España siendo traducidos, mientras alguno de ellos ponía en cuestión a las instituciones del Estado bajo la atenta mirada del vicepresidente tercero del Gobierno, más preocupado de los auriculares de la traducción simultánea que a dar respuesta contundente a quienes estaban poniendo en solfa la propia Constitución eEspañola.

Menos mal que en medio de tanto desatino y tanta deslealtad por acción u omisión se pudo escuchar clara y contundente la voz nada pastueña del consejero de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados: “¿Qué hacemos aquí perdiendo el tiempo cuando hay cinco millones de parados con nombres y apellidos que reclaman de todo nuestro esfuerzo” ¡Gracias, Granados! Gracias por poner voz en el Senado a la desazón de muchos millones de ciudadanos hartos de operetas millonarias, aburridos de políticos melifluos y cansados de amenazas rupturistas de parte de quienes con una abstención galopante en sus Comunidades se erigen en representantes incontestables de todos los ciudadanos, de todas las ideas, de todas las voluntades.

La voz clara y rotunda de Paco Granados no ha hecho sino defender los intereses de los españoles. Desde Madrid -Comunidad motora- se ha reivindicado una vez más el derecho de todos los ciudadanos de España a protestar por el despilfarro intolerable del dinero público, en el peor periodo histórico de nuestra economía. Cada euro es importante cuando el paro hunde en la miseria a cinco millones de personas, cuando las pensiones se congelan para los ancianos, cuando no hay como proteger a los dependientes, cuando a los funcionarios se les rebaja la nómina o cuando estamos a la espera de un nuevo decretazo para abaratar el despido de los que todavía tienen trabajo.

Pero siendo importante el control de cada céntimo público, lo es más todavía que en el Senado de España se proteja a las instituciones españolas. Las amenazas a la unidad expresadas en un tono de cierta cicatería por el president de la Generalitat -primer representante del Estado en Cataluña- no deben quedar sin respuesta por los líderes de los partidos que o gobiernan o aspiran a hacerlo. Tampoco las amenazas, cada vez menos veladas, al Tribunal Constitucional en caso de no pronunciarse acorde a los deseos de los nacionalistas.

Hace pocas semanas estuve en el circuito de Monmelo disfrutando del gran premio de España de Formula 1. Se crea o no, allí sólo vi defender los símbolos del país que da nombre y cobertura a la carrera a la Real Federación Española de Automovilismo, con su presidente a la cabeza. Carlos Gracia supo dar cobertura institucional, más allá de sus competencias, a los miles de españoles que cubrían con sus banderas las gradas del circuito. Granados ha hecho lo propio en el Senado: ha sabido alzar la voz y utilizar la palabra como sólo lo puede hacer un forofo del Atlético, para dar expresión a la voluntad desatendida de muchos millones de españoles.

Paco García de Diego

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