martes, abril 23, 2024
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Escepticismo benigno

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Con motivo de una operación quirúrgica realizada recientemente a un ilustre enfermo se han agotado las existencias de dos palabras: benigno y transparencia.

La realidad es que los que tienen que dirigir la comunicación en estas circunstancias lo tienen bastante difícil. Deben informar a un público que tiene inoculado el virus del escepticismo desde hace años. Es un virus también benigno, pero que puede convertirse en maligno.

El público, es decir nosotros, no tenemos la culpa de este escepticismo. Como decía la canción: soy escéptico porque el mundo me ha hecho así.

Tenemos razones de peso, ya que todavía no sabemos exactamente quién mató a Kennedy, si el hombre puso el pie en la Luna o en un decorado de Stanley Kubrick, si los de ETA recibieron apoyos logísticos para realizar su túnel en pleno Barrio de Salamanca de Madrid, que derivó en el atentado a Carrero o las dudas que todavía existen sobre el atentado del 11-M. Entre otras muchas incógnitas.

Los de más edad tenemos todavía más encapsulado este sentimiento ya que después de años de desinformación, nos doctoramos con aquello de la flebitis y el equipo médico habitual que puso fin al franquismo.

En general, lo usual en esos momentos críticos es que todo el mundo sobreactúa: las familias, amigos, médicos y visitantes con una alegría reservada más bien a los bautizos, lo cual crea un mayor escepticismo. A toda esta “movida” se suman algunos medios de comunicación reclamando mayor trasparencia. Bendita palabra en cuyo nombre se puede recabar mayor información sobre lo divino y lo humano e incluso aspirar a televisar en directo cualquier operación quirúrgica. No sería de extrañar.

En este caso lo que ha pasado es que un enfermo de cierta edad, pero todavía joven, ha sufrido una delicada operación de la cual ha salido a las pocas horas por su pie y saludando a todo el mundo. Ahí acabaron todas las conjeturas. Tanto que la gente ya no le interesa saber ni cómo, ni donde está.

Lo cual demuestra que dentro de una buena cobertura informativa, el enfermo ha sido el mejor comunicador, aunque supongo que maldita la gracia que le debió hacer eso de arreglarse, afeitarse, saludar, decir unas palabras y hacer un paseíllo gratificante pero agotador para un recién operado.

Lo dicho: ha sido un escepticismo benigno. Eso esperamos.

Paco Fochs

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