viernes, marzo 29, 2024
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La felicidad de Camps

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Camps está “feliz”. Dirán que no parece una declaración digna de elevarse a un titular fuera de las revistas del corazón. Es la respuesta de una fallera cuando contempla una mascletà, la de una miss cuando se ciñe la corona o la de un famoso que vuelve a tener pareja después de una ruptura. No la de un presidente de la Generalitat al saber que el Tribunal Supremo ve indicios de que recibió “dádivas de forma continuada y con opacidad” y que se le investiga por cohecho. Ya no es capaz de asegurar aquello de “claro que me pago mis trajes”. Como la factura nunca apareció, hace tiempo que la estrategia del PP es la de afirmar que nadie se vende por tan poca cosa.

Pero el presidente de la Generalitat Valenciana dice estar “hoy más feliz que ayer”. Le faltó añadir que menos que mañana. “Esto acaba antes de lo esperado”, presume. Ya sabemos a qué se refieren los dirigentes del PP cuando manifiestan su preocupación por el estado anímico del barón valenciano. A esa sonrisa perenne, a esa actitud de estar viviendo en los mundos de Yupi que se gasta el president desde que se investiga lo mucho que ahorra en su fondo de armario.

No en vano, sus compañeros de partido se refieren a él como “el poeta”. Pero su afición a la lírica no le impide enseñar el colmillo, como hacen los animales cuando se ven acorralados. La semana pasada, sin ir más lejos, amagó con convocar elecciones anticipadas y frenó cuando Génova le paró los pies. A Alicia Sánchez-Camacho todavía se le acelera el pulso de pensar qué hubiera sido de ella en las elecciones catalanas. También se ha permitido perseguir a un funcionario de Hacienda por redactar un informe sobre los contratos a dedo que adjudica la Generalitat. E incluso pronunciar frases como “de la cacería, dos están fuera, Bermejo y Garzón”.

Mariano Rajoy sigue poniendo en práctica su método favorito cuando hay problemas. Esperar y ver. Que no es incompatible con enviar mensajes al interesado para que no saque los pies del tiesto para ver si él solo se da cuenta de que lo mejor sería largarse. Si no le va a echar, estaría bien que, al menos, le prohibiera las cursiladas.

Luz Sanchis

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