viernes, marzo 29, 2024
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Los sindicatos y las huelgas

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Imaginemos por un instante que el presidente Rodríguez Zapatero no tiene ninguna -pero ninguna- culpa de la situación económica que padecemos, que ha ido sorteando dificultades, poniendo barreras, reaccionando (él, ajeno a todo esto, interesado por otras cosas) ante un tsunami que le viene dado y nos zarandea del exterior. Imaginemos que él, ya sea negando la crisis, minimizándola después, paralizado ante lo que se le demandaba, ha dedicado todo su tiempo a protegernos. Ya sé que es mucho imaginar pero, a la vista de lo ocurrido hasta el miércoles, parece que es lo que pensaban los dos principales sindicatos y sus dirigentes hasta el punto de apoyarle, ponerse de perfil ante algunas evidencias, resistirse y demorarse ante la reforma laboral y comportarse, a veces poniendo cara de preocupación por su dilecto patrocinador, como si todo fuera, si no muy bien, razonablemente bien, con problemas importados de los que el presidente nos defiende.

En ese idílico escenario, los amables sindicatos deberían comprender que las medidas anunciadas por el Gobierno en el Congreso con dolor y sin ninguna alegría son, de nuevo, desesperadas muestras de reacción ante los ataques y las presiones exteriores, el único modo de recomponer la figura y volver, aunque sea algo diezmados, a la situación del calma chicha anterior, la que tanto les complacía. Pero no. Esta vez se enfadan, se revuelven, se vuelven de pronto reivindicativos, aseguran que las relaciones con el Gobierno ahora sí que han cambiado, anuncian movilizaciones, convocan una huelga “general” del sector público para la primera semana de junio.

En el fondo, demuestran coherencia: si antes se mostraban incapaces de darse cuenta de la gravedad de la situación, ahora siguen igual. Hay que reconocer que el presidente Rodríguez Zapatero, al menos, asustado o presionado, se ha despertado del plácido sueño antes y mejor que los sindicatos y otros sectores de la izquierda. La coherencia va más allá: los sindicatos (porque hablar de la representación de los trabajadores es una falsedad más que un eufemismo) se comportaban plácidamente hasta el miércoles porque el poder decía sí a sus pretensiones y se enfadan a partir de ese día porque el mismo poder ya no puede soportar sus intereses.

¿Qué pretensiones? ¿Qué intereses? Ayer, al parecer principalmente el de los funcionarios, y en ese sector se anunció la primera huelga. ¡El 5% de los salarios! ¡Son más de tres millones de personas! Tiene lógica, sí, que se movilicen contra el Gobierno después de no haberlo hecho ante cuatro millones y medio de ciudadanos que, en vez de perder ese porcentaje de sueldo, lo que no tienen es un puesto de trabajo. Es también lógico que estén enfadados como ese más del 20% de parados deben de estar enfadados con ellos.

Hay quienes, más prestos a deteriorar al Gobierno que a proponer soluciones, antes se enfadaban porque los sindicatos no salían a la calle y ahora se relamen porque se convocan huelgas. Pero lo que se debía demandar antes a los sindicatos son propuestas para mejorar la situación y crear empleo (el empleo que genera recursos para una mejor protección social) y no algaradas y, ahora, en vez de algaradas, una cierta conciencia de la gravedad de la situación. Si no afecta a sus equipos -que sí afecta, en todos los sitios hay despidos a pesar de las subvenciones-, al menos por consideración a los que sufren la crisis, a los que han perdido el puesto de trabajo y saben que, sin medidas drásticas y dolorosas, no lo recuperarán nunca.

Germán Yanke

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