Hierven los correos electrónicos en España, con las gentes cruzándose e-mails en los que se dicen sobre el presidente Rodríguez Zapatero cosas que con toda evidencia traspasan las fronteras de lo aceptable, porque, fruto excesivo de una indignación comprensible, van incluso más allá del desprecio y el insulto personal. Pero sin justificarlo, también hay que entenderlo, porque lo que el político leonés está haciendo con este país puede llegar a producir, a no tardar mucho, situaciones de fractura social que parecían afortunadamente superadas por el éxito de la transición. Y es posible que se tarde muchos años en recuperar niveles aceptables de bienestar y de cohesión social que dábamos ya por descontados. En poco tiempo, Rodríguez Zapatero se ha llevado por delante todos los frutos del esfuerzo de políticos de muy distintos colores ideológicos, desde los centristas Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo al socialista Felipe González, logros respetados y mantenidos incluso por el conservador José María Aznar.
El recorte salarial a los funcionarios, la ruptura del acuerdo general para el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones, el asalto al copago farmacéutico, son algunos ejemplos de un mal camino que puede acabar rompiendo la cohesión social y trasladando a la política niveles de confrontación que traen inevitablemente a la memoria tiempos peores y que creíamos definitivamente superados. Por supuesto que habrá que repartir las culpas con sus colaboradores, pero es lo cierto que nunca antes un solo hombre había hecho tanto daño a tantos, a todo un país.
Sin exageración alguna, ha llegado el momento en el que puede afirmarse que España ha entrado en una situación de emergencia nacional, pero sería una equivocación atribuir este desastre al PSOE como partido, ya que la responsabilidad de lo que sucede es por entero del hombre que coyunturalmente lo preside y de quienes le permiten que siga al timón del país, conduciéndonos inexorablemente como el Titanic hacia el iceberg, hacia el choque catastrófico con la realidad. Cada minuto que se pierde para quitar la mano de Rodríguez Zapatero del timón del Estado nos aproxima más al desastre, y esto no es culpa sólo de su partido, sino también del resto de los grupos parlamentarios, que no son capaces de deponer diferencias coyunturales y concertarse para la moción de censura que la ciudadanía reclama y que aún puede salvar el país.
Estamos en una emergencia nacional que puede y debe salvarse con los resortes democráticos que son propios de una sociedad abierta y pluralista. Pueden, claro que pueden, concertarse en el Congreso las fuerzas necesarias para una moción de censura que obligue a la convocatoria de elecciones generales anticipadas antes de que sea demasiado tarde, ahora, cuando es tiempo de reconducir la situación si se cambia ignorancia por conocimiento, frivolidad por sensatez y responsabilidad, espíritu cainita de fragmentación por ánimo de concertación y cohesión.
Naturalmente, si esas fuerzas parlamentarias democráticas no hacen lo que tienen que hacer, lo que sociedad española merece y demanda, compartirán la responsabilidad por lo que suceda y por los fosos a que nos conduzca el actual Gobierno, no por partidismo ideológico, sino sencillamente porque es incompetente, irresponsable y ha perdido cualquier atisbo de credibilidad. A este punto hemos llegado. Lo que tenga que suceder, sucederá, pero para que el país recupere el pulso, la respetabilidad y la esperanza, cada día que siga Rodríguez Zapatero en la presidencia será un día irrecuperablemente perdido. Sin la menor duda, ésta es una de esas desdichadas ocasiones en que puede decirse que vivimos una situación de emergencia nacional. Lo que es imprescindible hacer debe hacerse pronto. A todos los partidos alcanza la responsabilidad de concertar y tomar las decisiones que son necesarias, la ciudadanía espera y el país se merece. Nada menos.
Carlos E. Rodríguez