jueves, marzo 28, 2024
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El trastorno bipolar económico

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Las últimas semanas han sido un ejemplo de enfermedad maníaco-depresiva económica. ¿No hay que llamar así al momento en que las noticias buenas y malas se cruzan?

Veamos. La última semana de abril, hace menos de quince días, supimos que el paro superó la barrera del 20,5% de la población activa. Nos deprimimos. A la semana siguiente averiguamos que la Bolsa perdía en cuatro jornadas un 20%. Nos deprimimos aún más. El mismo viernes día 7 de mayo en que los mercados estaban de tratamiento psiquiátrico, el Banco de España publicó que la economía española salía de la recesión pues crecía un 0,1%. Nos alegramos.

El domingo, los ministros de Economía de la UE aprobaban un plan por el cual ponían 750.000 millones de euros para apoyar a la moneda europea, es decir, para defendernos en caso de ataques especulativos. Nos alegramos aún más.

El lunes 10 de mayo la Bolsa amaneció con una de las mayores subidas de la historia, lo cual se confirmó por la tarde. La mayor subida. Estábamos eufóricos.

El martes, ese índice caía un 3,2%. El euro no levantaba cabeza y mucha gente ponía en duda la credibilidad española. De nuevo depresión.

Esto no es normal.

Lo que nos está sucediendo afecta seriamente a las neuronas. Se podría calificar de trastorno maníaco-depresivo porque pasamos de la depresión a la euforia en cuestión de días, a veces, de horas. Y luego, en sentido contrario.

¿Por qué estas sacudidas?

Este año 2010 es de transición. Las noticias buenas surgirán con tanta potencia como las malas noticias. A veces el mismo día.

Veremos que se recupera el consumo de las familias españolas en este trimestre (gracias a la entrada en vigor del nuevo IVA en julio). Pero de repente, el turismo de hundirá. O, a lo mejor, que aumentan las operaciones de compra-venta de viviendas, pero el euribor comienza a subir, y con él subirá nuestra deuda. El yin y el yang de la economía.

El mejor ejemplo es lo que ha pasado con el mal tiempo. Las tormentas y las inundaciones han causado muchos daños, pero los embalses están llenos. Eso quiere decir que habrá más agua para los regadíos, más agua para producir electricidad, así como para beber, por supuesto.

El impacto en nuestro ánimo de ese trastorno maníaco-depresivo económico será muy fácil de contemplar: viviremos durante muchos meses entre la euforia y el decaimiento. La inversión no acabará de recuperarse; el empleo aumentará lentamente; la confianza avanzará con retortijones de estómago. A fines de año -si es que este verano no se hunde todo como pronostican Santiago Niño Becerra y algunos astrólogos-, la economía comenzará a rezumar más buenas noticias que malas. Insuficiente para decir “ya hemos salido”, pero tampoco tan nocivo como para creer que esto es ya crónico.

Entonces iremos abandonando poco a poco la enfermedad maníaco-depresiva, lo que ahora se llama “síndrome de trastorno bipolar”.

Estaremos más cerca de un polo magnético. Ojalá que el positivo.

Carlos Salas

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