Hay más de cuatro millones de parados y el presidente del Gobierno y el líder de la oposición hablarán de la crisis griega y las cajas de ahorro. No es que sean cuestiones poco importantes pero los ciudadanos deducen que la llamada agenda del día se confecciona para hablar de los temas en los que hay más posibilidades que se pongan de acuerdo. Lo de coger juntos el toro por los cuernos y pactar medidas importantes para que los parados dejen de estarlo debe ser secundario.
Para alcanzar un pacto, en lo que sea, es necesaria una actitud constructiva, no ponerse chulitos. Ceder en algo y no enrocarse en lo de siempre. Y ser lo suficientemente generosos para dar una imagen en la que ambos salgan igual de derrotados o de vencedores. Trabajan para nosotros pero no transmiten esa sensación.
El mensaje para los que no tienen un empleo y andan contando los meses que faltan para que se les acabe la prestación es demoledor. Para los que ya no cobran paro, ni hablamos. José Luis Rodríguez Zapatero ha presumido de que en su hoja de servicios está el haber llamado de vez en cuando al otro para verse las caras. El otro, Mariano Rajoy, ha dicho que irá a la Moncloa a recordar que él tenía razón. Y que acabaremos como Grecia si no se hace lo que él dice. Edificante.
De las reuniones entre ambos no se recuerda ningún gran pacto para solucionar un grave problema. Se atiende a los escalones que baja el presidente para recibir al líder de la oposición, a las caras y al color de las corbatas. Luego, cada uno da su versión o delega en su número dos y el resultado es que han estado en reuniones distintas. Eso sí, el tono siempre es cordial porque los caballeros educados no se pegan.
Aunque Rosa Díez no es Nick Clegg, cada vez más españoles están cansados de lo de siempre y se inclinan por probar cosas nuevas. Aún es pronto para un partido tan joven pero las encuestas en Madrid les auguran entre 8 y 9 escaños y eso que no hay un candidato oficial porque José María Fidalgo aún no ha dado el sí quiero. Que sigan así socialistas y conservadores y comprobarán que eso del bipartidismo puede tener fecha de caducidad.
Luz Sanchis