jueves, abril 25, 2024
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Tregua trampa

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La consigna gubernamental de esta semana es muy sencilla: «no somos Grecia». Y es verdad, aunque cada día nos parecemos más. Todas las terminales mediáticas del poder nos están aporreando sin descanso con la idea de ser protagonistas en el grupo de los salvadores para despejar la idea de estar viviendo una situación económica y social en España que se parece bastante más al desastre helénico que al milagro alemán. El farol nos va a costar diez mil millones que el presidente Zapatero va a pagar a costa de nuestros bolsillos, aunque a estas horas nadie se lo haya agradecido, ni siquiera con pagarés que a futuro, seguramente, vamos a necesitar.

Zapatero y su corte de incompetentes -salvo para la intoxicación interesada y la manipulación informativa- no son capaces de afrontar la catástrofe del desempleo ni las previsiones económicas cada día más oscuras. Por eso, en ese juego de singular «buenismo» que el jefe de Gobierno sabe interpretar como pocos, se ha decidido a descolgar el teléfono para pactar una cita de urgencia con el líder de la oposición. No ha tenido prisa el presidente y ha dejado pasar año y medio desde su anterior cara a cara con Rajoy.

El programa de la reunión tiene tan pocos epígrafes como el de la anterior. En este caso la excusa es Grecia como en el anterior lo fueron la crisis económica y el Tribunal Constitucional. Den por seguro que Zapatero propondrá al presidente del Partido Popular una formula de acuerdo vacío de contenidos y envuelto en un continente de vino y rosas muy parecido a una tregua, para evitar que la oposición lo machaque a preguntas tan sencillas como la procedencia del dinero para la ayuda, la garantía de las prestaciones a casi cinco millones de parados, el despilfarro en la Administración, la habilidad para hacer fortuna del presidente del Congreso, las andanzas de Garzón o las injustificables presiones a la justicia de los compañeros socialistas catalanes, cada día más rendidos al independentismo.

Con todo, no debe preocupar tanto la jugada de Zapatero como las respuestas que dé Rajoy antes y después del encuentro. Estoy seguro de que Jaime Mayor Oreja recuperaría hoy su idea de la tregua trampa si el presidente finalmente le propone al jefe de la oposición un pacto de no agresión, un viaje común, sólo atento a los intereses de España y de los españoles. Quiero estar convencido de que Mariano Rajoy no caerá en un engaño fácil de adornar con palabras grandilocuentes pero sin una agenda concreta, con decisiones concretas y un calendario de plazos cerrados.

Rajoy debería estar prevenido, pues de su anterior reunión no salió nada que no sirviera simplemente a la mayor gloria de Zapatero. No hubo más acuerdo entonces que aparcar al Tribunal Constitucional para llegar a las elecciones catalanas sin solución alguna. Una situación que sólo favorece a los socialistas. Del miércoles, el líder del PP debe esperar muy poco más, y eso debería advertírselo a su parroquia, si no quiere ser tachado de insolidario y traidor a los intereses de España.

Zapatero, inútil para ejercer la presidencia europea, quiere demostrar en el último minuto que es capaz de manejar el rebaño nacional a su antojo, que cuando dice ven, cualquiera lo deja todo. Cierto es que todo español de bien debe acudir a la llamada del presidente del Gobierno de su país, pero lo es más que debe hacerlo con la actitud critica que se le requiere y con la solvencia de quien no va a aceptar un trágala, porque lleva bajo el brazo el paquete de medidas alternativas para salir del marasmo.

Si Zapatero quiere sacar de la caja común casi diez mil millones para evitar la quiebra de Grecia, que lo explique pormenorizadamente, y si Rajoy está dispuesto a darle su apoyo, que lo explique también con detalle. Esta vez no valen ni el silencio ni el secretismo. Hay millones de españoles que no entienden por qué hay que dar dinero a otros cuando no tienen suficiente para pagar sus hipotecas o los recibos de la luz y del gas. Si ayudamos a Grecia para que no nos arrastre en su quiebra, deberemos garantizarnos cuando menos que si llega la nuestra recibiremos el mismo trato de los más fuertes. Claro que ¿le quedarán recursos a Europa si eso llega a ocurrir?

Paco García de Diego

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