viernes, marzo 29, 2024
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La ‘Cuarta Vía’ de Cameron… de la Isla

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«Volando voy, volando vengo / volando voy, volando vengo / por el camino yo me entretengo / por el camino yo me entretengo»… ¡Cuentan en la City que no tararea otra cosa estos días el candidato tory… y que anda muy flamenco! David Cameron va ‘sobrao’; tanto, que proclama a los cuatro vientos que, de ganar las elecciones sin mayoría absoluta -la hipótesis más probable-, rechazará la coalición con los L-Ds de Nick Clegg.

David Cameron va a vencer en las urnas con las armas que Gallardón emplearía si algún día, con permiso de Aguirre, le dejasen mandar en el PP. La catártica revolución impuesta por Cameron en el Partido Conservador pasa por superar la devoción a la férrea doctrina thatcheriana y aferrarse a un camino, al menos aparente, hacia el centro. Lo aprendió de Blair, al que le funcionó hacer ese mismo viaje girando en la primera glorieta y cogiendo la Tercera Vía desde el otro lado de la bancada.

La ‘Cuarta Vía’ de Cameron bebe de la misma fuente que Gallardón. Cuando el alcalde de Madrid contaba en Vogue que «hay mucha gente que se acuesta el día antes de las elecciones dudando si vota al PSOE o al PP, y que quien gana ese espacio de centro es quien gana las elecciones», estaba descubriendo y describiendo cómo Cameron iba a pensar más tarde la refundación de un partido, el conservador, colmado de flema inglesa.

No es nuevo. En la época en que irrumpía Thatcher, un americano llamado Brent S. Springsteen, que era asesor del Departamento de Estado, insistía en sus informes en que «para ganar unas elecciones [Thatcher] debía distanciarse significativamente de su posición en el ala derecha de su partido». Que era demasiado conservadora, vamos.

David Cameron es un político joven que, bajo el poderoso influjo interplanetario de Obama, cuida, hasta el mimo, las cuestiones de imagen. Su estrategia política se basa en amplias concesiones al marketing político. Desde el principio tuvo claro que, para ganar, iba a necesitar remozar el partido, despojarlo al menos de ese aire tradicionalista, ‘carca’ para muchos, que aún destilaba. Un estudiado y sutil plan le ha permitido incluso distanciar su imagen pública de los numerosos vínculos que mantiene con la aristocracia y las clases más elitistas. Una paradoja de la que hace gala también Ruiz-Gallardón, capaz de casar a dos homosexuales en la Plaza Mayor y quedar ese mismo día con Fraga, ministro con Franco, para almorzar.

La táctica consiste en descolocar al adversario, en este caso a Gordon Brown, invadiendo sin avisar el terreno que, desde siempre, laboriosamente abonó, sembró y labró el laborismo: más medio ambiente, más solidaridad interracial, más servicios públicos, más juventud, más iniciativa social y más mujer. Esta semana, sin ir más lejos, los tories han prometido legislar para que haya más mujeres en los cargos directivos de las empresas del Footsie.

Reformista y centrista, Cameron defiende la sanidad pública, cree en el Estado del Bienestar y es capaz de reprender, sin tan siquiera escuchar antes al primo de Rajoy, al alcalde de Londres por burlarse de quienes creen en el cambio climático. Ése es Cameron, un tipo que, aprovechando que por la izquierda Brown se derrite más rápido que los icebergs por el calentamiento global y que por la derecha no hay más que partidos racistas y antieuropeístas, puede y debe aprovechar la ocasión. Es propicia.

Son concesiones a la izquierda, guiños a la progresía. Es así como Gallardón consigue que El País lo vea como un «verso suelto», y es así como Cameron consigue arrebatar a los laboristas el apoyo que desde el 2001 les prestaba The Times, el buque insignia de Murdoch en la tierra de Shakespeare.

Pase que David Cameron vaya en bici a la Cámara de los Comunes, que es cosa que le da un aire de ‘enrrollao’, pero, aunque pretenda que a la Thatcher la estudie el mismísimo Arsuaga, conviene que estos días no olvide las sabias palabras de Churchill: «El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones».

Armando Huerta

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