Ante la rebaja de la calificación de la deuda griega hasta niveles basura y la menos dramática, pero peligrosa para sus intereses, de la de Portugal, el portavoz del comisario de Asuntos Económicos de la Unión Europea, Amadeu Altafaj, se preguntaba en rueda de prensa «¿quién es Standar & Poor’s?», tratando de quitar importancia a la agencia de calificaciones norteamericana y subrayando que las ayudas precisas en la zona euro, empezando por Grecia, llegarán a tiempo. El problema, en este caso, no es Standar & Poor’s, sino la credibilidad que sus informes tengan en los mercados, que parece que lo tienen por el desplome de las bolsas afectadas y el inmediato encarecimiento de la deuda de esos países. Las agencias de calificación son un problema de otra naturaleza y, en Europa, ya desde la presidencia checa se planteó una nueva regulación y una vigilancia extrema de sus actividades. En Estados Unidos, por la connivencia de entidades de este tipo o similar, con cuentas maquilladas o con especuladores en los mercados, crecen las sospechas. Pero los efectos, como se ha visto, siguen siendo tremendos y rápidos.
El problema, además del griego, es de la Unión. Grecia es una caja de sorpresas y ya no se sabe bien cuánto dinero necesitará para un rescate efectivo. La cifra pactada por la Unión y el FMI (45.000 millones) fue ampliada a casi el doble por el vicepresidente del Banco Central Europeo en una comparecencia ante parlamentarios alemanes y parece que ayer, en similar foro, el director del FMI la volvía a subir a 120.000 millones. Es preciso clarificar las cosas y los remedios y, cuando se haga, se podrá discutir con seriedad y normas legales algunas calificaciones que no tengan el rigor requerido, que es lo que la Comisión Europea pide a Standar & Poor’s ahora mientras se demora el establecimiento de cifras definitivas y la convocatoria de una cumbre para establecer los mecanismos de ayuda.
Es Europa la que tiene que ganarse la credibilidad más allá de que le parezcan sorprendentes los argumentos y las previsiones de esta agencia y enarbole que otras, como Moody’s y Ficht en el caso de España, mantengan sus superiores calificaciones. Sin establecer sistemas de control y mecanismos claros de rescate a los países de la zona euro, ahora Grecia, sin reglas para un gobierno económico complementario a la moneda única, sin serios planes anticrisis, la incertidumbre aumenta y el pesimismo, aunque se quiera considerar una maniobra interesada, se incrementa. Grecia amplía sus recortes y medidas anticrisis. Portugal adelanta las previstas. Es también una necesidad para España. Y para la Unión Europea, tan en crisis como la economía.
Germán Yanke