miércoles, abril 24, 2024
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El derecho de Zarrías

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Pese a ser una decisión que debe tomarse para mayor gloria de la política y decencia personal, la dimisión no es precisamente la actividad más practicada por aquellos que deberían haber escogido ese camino hace tiempo. En esta España nuestra que ya comienza a barruntar el verano, son los menos dados a coger la puerta quienes piden a los demás su salida. Es fruto de la banalidad que se ha instalado en los discursos políticos que a diario sufrimos, donde da igual lo dicho el día anterior, porque al siguiente será lo contrario, y la cara del sujeto tras el atril no se inmutará lo más mínimo. ¿Por qué no dimite el presunto corrupto? Presunción de inocencia, señor, que se nos olvida. Ah, correcto. Pero ya que estamos y me pregunta, me gustaría pedir la dimisión de Gaspar Zarrías, por ir al acto de la Universidad Complutense en apoyo de ese metomentodo de Garzón. Dónde se ha visto. Todo un secretario de Estado.

Zarrías debe dimitir, porque asistió a un acto en el que se apoyaba a un juez, y se honraba la memoria de los represaliados por el franquismo. Ahí están todos esos cargos y militantes del Partido Popular, dejando pasar el tiempo mientras cada día lo de presuntos tiene menos consistencia, y la inocencia se convierte en utopía. Preparados, listos, y en sus puestos la mayoría, y con la mayoría absoluta que toca en cada territorio que gobiernan. Pero lo de acudir a las universidades junto a los carcamales resentidos que tanto aborrece Esperanza Aguirre, eso no tiene perdón. A su casa. ¡Ar!

¿Y por qué acudió Gaspar Zarrías a ese acto? Pues porque no hacerlo hubiese sido poco coherente, y probablemente mayor motivo para pedir su dimisión. La historia de este dirigente socialista andaluz es el ejemplo de lo que durante estas semanas se ha convertido en un movimiento de reivindicación histórica pocas veces conocido en España. Su abuelo fue fusilado en 1940 (terminada la guerra hacía meses), y su padre salvó la vida mientras contemplaba al suyo caminar hacia la muerte al grito de ¡Zarrías! Su delito: Alcalde.

Y por todo ello, por su condición, por el drama impuesto desde la purga fascista emprendida con los diferentes, por ser víctima, hijo y nieto de represaliados, el secretario de Estado debe presentar su dimisión. Observando estos alardes deshumanizados, de política tan barata como el papel en el que escriben los asesores al vocero que porta el mensaje, a nadie le puede extrañar que tras treinta años de democracia este país no haya tenido la suficiente gallardía para mirar al pasado en busca de justicia y no para borrar las huellas de los criminales. País en el que todos tenemos abuelos, pero algunos no precisan de abuela para enamorarse de ellos mismos mientras pisan la memoria colectiva de nuestra sociedad. Hoy, los que defienden la modélica transición tienen todo el derecho a reclamar su labor en aquellos años; tanto como los que siendo hijos de esa generación, sin haber heredado las hipotecas impuestas, queremos conocer nuestra historia, y la verdad. También es nuestro derecho, y obligación.

Ion Antolín Llorente

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