jueves, marzo 28, 2024
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Estado, mercado y prosperidad

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Dos libros extraordinarios acaban de publicarse y son de obligada lectura para cuantos quieran entender las raíces, y sobre todo las soluciones, de la grave situación que de nuevo, como en los primeros noventa, atraviesa la economía española. El primero de ellos, bajo el título España, claves de prosperidad, ha sido coordinado por Luis de Guindos, para contar la experiencia del éxito de la gestión económica en los años entre 1996 y 2004. El segundo, singular e interesante, tiene el sugerente título de ¿Mercado o Estado? dos visiones sobre la crisis, y es obra de dos liberales políticamente distintos, el liberal de derechas Lorenzo Bernaldo de Quirós y el liberal de izquierdas Jordi Sevilla.

La diferencia entre ayer y hoy es que, en 1996, las elecciones generales permitieron, con el cambio de partido en el poder, el diseño y la ejecución de una política económica que, dirigida por Rodrigo Rato, frenó el declive económico y la destrucción de empleo y cambió, para bien, el signo de todos los indicadores, dando inicio a los mejores ocho años de la economía española desde el inicio de nuestra democracia.

Coordinados por Luis de Guindos, muchos de los que trabajaron en aquel gran proyecto de modernización y liberalización de la economía española han escrito el libro España, claves de prosperidad, prologado con legítimo orgullo por el presidente político de aquella etapa, José María Aznar, quien se permite una muy veraz descripción de lo entonces sucedido: «Cuando en 1996 el PP ganó las elecciones, la tasa de paro era del 23%, el 40% de los jóvenes y el 30% de las mujeres no encontraban trabajo, en España trabajaban poco más de 12 millones de personas, el mismo número que 20 años antes, el déficit público se situaba cerca del 7% del PIB, el sistema público de pensiones estaba al borde de la suspensión de pagos, la deuda pública crecía de forma explosiva aproximándose al 70% del PIB, los tipos de interés se habían elevado a más del 11%, la peseta acumulaba cuatro devaluaciones consecutivas y España no cumplía ninguno de los cinco requisitos para acceder a la Unión Monetaria Europea».

A partir de 1996, Rodrigo Rato y sus colaboradores, al frente de la política económica del Gobierno Aznar, pusieron manos a la obra de hacer y gestionar una política económica digna de tal nombre. Y así pudo suceder que «ocho años después, en el 2004, la tasa de paro se había reducido al 11%, se habían creado más de 5 millones de nuevos puestos de trabajo y en España trabajaban ya casi 18 millones de personas, España había conseguido ingresar en la Unión Monetaria Europa como socio fundador y la renta por habitante había crecido hasta el 88% de la media europea. Se habían logrado diez puntos de convergencia, el déficit público se había corregido y España registraba el primer superávit en sus cuentas públicas de toda la democracia. La Seguridad Social registraba superávit y se había creado un fondo de reserva de la Seguridad Social como garantía del sistema público de pensiones. La deuda pública se había reducido al 50% del PIB y su calificación había subido hasta alcanzar la máxima calidad posible, la AAA, igual que Francia, Alemania o Estados Unidos, y la inflación era de apenas el 2%».

Lo cierto es que en aquellos ocho años, entre 1996 y el 2004, la economía española estuvo creciendo por encima del 2,5% y creando puestos de trabajo. Resulta oportuno recordar aquellos años cuando ahora, tras seis años de asombrosa ausencia de una política económica digna de tal nombre, España está sumergida en lo más hondo de la crisis, con una tasa de paro por encima del 20% que supone el desempleo de cinco millones de personas, mientras el 40% de los jóvenes no encuentran empleo, 600 empresas cierran cada día y con la deuda pública creciendo sin control el déficit ha superado el 10% del PIB. Aún más grave es el consenso general de los analistas de que España será la única economía importante de la Unión Europea que seguirá destruyendo empleo en el 2010.

Naturalmente que el desastre actual es un problema económico, pero no sería razonable ocultar que tiene raíces políticas. Y es que padecemos, por decisión democrática de las urnas, ello es cierto, un Gobierno tan radicalmente partidista que tiene el poder casi como único objetivo, de modo que no importa la economía del país y mucho menos la de nuestras empresas. Así que España está sumergida en las profundidades de la crisis y todos los indicadores van a peor. La única esperanza estriba en volver a la política económica que dirigió Rodrigo Rato entre 1996 y el 2004, y de ahí la oportunidad del libro al que me he referido. Se trata de liberalizar, de devolvernos a los empresarios, profesionales y trabajadores toda la capacidad de elección y decisión, evitando que el Estado y sus funcionarios se atribuyan la autoridad de elegir por nosotros. Hay una sugerente forma de expresarlo: se trata de llevar los valores de la democracia también a lo económico.

Me permití expresar, días atrás, mi opinión de que España se encuentra ahora como el Reino Unido en aquel terrible «invierno del descontento» de 1978, cuando se extendía la desoladora sensación de que el viejo portaaviones británico se iba a pique, lo que no sucedió porque los británicos escucharon la voz de Margaret Thatcher convocándoles a creer en las virtudes de la libertad y el mercado. España, ahora, necesita el sueño de un país en el que el Estado reduzca su peso porcentual en la economía y gane agilidad, eficacia y autoridad para cumplir el papel de garante de la libertad de mercado y de la competencia.

Tal es el país que se construyó aquí en España, con extraordinaria eficacia y al servicio de todos los ciudadanos, entre 1996 y el 2004, y que se ha perdido en las grutas de la desastrosa política económica que padecemos. Para aclarar conceptos merece la pena acudir, y así me permito recomendarlo, a la lectura del otro libro antes referido, en el que dos liberales, uno de derechas y otro afincado en el espacio liberal-socialista, exponen sus puntos de vista sobre el debate esencial de nuestro tiempo: ¿Mercado o Estado? El final del final es que no hay dos caminos sino uno solo, porque el Estado no puede ser una alternativa eficaz al mercado, pero puede ser una extraordinaria ayuda para el buen y libre funcionamiento del mercado. Como sucedió entre 1996 y el 2004, los años de prosperidad.

Carlos E. Rodríguez

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