sábado, abril 20, 2024
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Mi Garzón

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Uno recuerda miles de comidas y cenas en mi casa, con la tele encendida, que en algún momento hablaba del juez Garzón. Los locutores comentaban una cantidad de casos y cosas a las cuales servidor no prestaba atención, mientras las imágenes nos reflejaban a un señor que entraba o salía de la Audiencia Nacional, con una media sonrisa, subiendo o bajando la misma escalera, con unos escoltas y un coche del cual entraba o salía manteniendo siempre el mismo gesto. Por lo general, su breve paseíllo iba acompañado por elogios cercanos a la canonización. Bueno, pues al cabo de los años resulta que a este señor le han imputado por no sé claramente cuántas cosas.

Lo de imputar a un juez por un delito de prevaricación, en principio impresiona. Uno tiene algún conocimiento de lo que esto representa a través de las novelas de John Grisham, el cual anda un poco obsesionado con esto de los pleitos, abogados, fiscales y jueces, aunque le va bien, pues luego vende los derechos a Hollywood y hacen películas de éxito. Pues bien, lo de imputar a un juez yo creo que sólo ha ocurrido en una o dos de sus obras. Así que el asunto es gordo. Fundamentalmente porque imputar, lo que se dice imputar, reconozcámoslo, es un verbo que no acaba de sonar bien.

El tema de los jueces-estrella sinceramente nunca me importó. Aunque uno tiene en su familia algunos pertenecientes a tan noble profesión, servidor sería incapaz de ejercerla. Eso de juzgar conductas de sus semejantes no va conmigo, aunque respeto y valoro a los que deben hacerlo. Alguien debe ocuparse de este doloroso asunto. Si además se trata de juzgar a un juez, el asunto me abruma y supera. Por eso no lo voy a hacer. Para juzgar están él y sus compañeros. En cualquier caso, estoy hecho un lío. Supongo que a alguno de ustedes le ocurre lo mismo, ya que los que antes lo defendían, ahora lo atacan. Y viceversa. Lo cual me ha sumido en un total desconcierto.

Por ello, lo que me impresiona más de este hombre es su capacidad de estar siempre en portadas y conseguir afectos y odios tan volubles. Todo ello superando las limitaciones que a él, como a todo el mundo, Dios nos ha proporcionado. En su caso opino que no tiene presencia, voz ni carisma para ser una estrella mediática y sin embargo, administrando sus presencias y silencios, lo ha conseguido: hasta Pilar Urbano escribió un libro sobre él, lo cual es lo máximo a lo que un españolito de hoy, con deseos de ser popular, puede aspirar.

Si le impiden volver a subir o bajar la docena de escalones de la entrada de la Audiencia Nacional, lo echaré de menos. Han sido muchos años.

Paco Fochs

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