jueves, marzo 28, 2024
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La convicción de Mayor

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Con el debido respeto a la memoria del brigada Jean-Serge Nérin, la lucha contra el terrorismo sigue librando sucesivas batallas, algunas semánticas. Las palabras de Nicolas Sarkozy en el duelo fúnebre por el primer policía francés asesinado por ETA fueron meridianas. Ni siquiera el varapalo de las regionales francesas le restó energía para proclamar que Francia «erradicará todas las bases de ETA». «Vamos a buscarlos uno a uno (…) y no dejaremos que Francia sea la base de terroristas asesinos», aseguró. También habló Zapatero: «Los etarras serán perseguidos sin descanso». Pero este último parecía expresar un deseo. El primero, una decisión.

Nadie duda de la determinación del Gobierno en la lucha contra ETA en la actual legislatura, pero el pasado despierta desconfianzas soterradas. El eurodiputado del PP Jaime Mayor Oreja ha expresado en público, en un desayuno informativo, lo que ya venía sugiriendo en privado. Tiene la convicción de que el Gobierno está negociando con ETA, y que la organización terrorista va a ayudar a Rodríguez Zapatero a ganar las elecciones generales «porque no son adversarios, sino aliados potenciales, y los dos buscan una España debilitada». Según su previsión, ETA (su brazo político) estaría presente en los ayuntamientos e instituciones del 2011 y, en una segunda parte, «ETA devolvería el favor a Zapatero para ayudarle a ganar las elecciones».

«Son las cosas de Jaime». La frase ha sido pronunciada en círculos de su partido que consideran su labor y su conocimiento en materia antiterrorista pero que quieren espantar los malos augurios y no comparten la sentencia. El diagnóstico de Jaime Mayor Oreja, en un momento histórico de alianzas entre socialistas y populares en el País Vasco, es doblemente inquietante. Si no responde a datos reales, porque debilita la confianza en la alternativa de gobierno a los nacionalistas, por primera vez en tres décadas. Si estuviera avalado por algo más que impresiones, la invitación al desistimiento en la resistencia contra la banda es explícita, aún cuando la pretensión de Jaime Mayor Oreja fuera, precisamente, la advertencia contra la acomodación, una convulsión moral ante una ETA que todavía está viva y que quiere condicionar el modelo de convivencia.

El terremoto de Jaime Mayor se produce horas antes del nuevo emplazamiento de los diputados populares al ministro del Interior en el Congreso por el presunto chivatazo policial en el llamado ‘caso Faisán’. Si la historia retorna, bueno sería que se resolvieran los interrogantes y se cerrara un capítulo de tiempos pasados. La verdad ayudaría a recobrar la confianza ante las dudas razonables que suscitan los comunicados, las filtraciones y los debates estratégicos de la llamada izquierda abertzale. Se podrá decir que las palabras de Mayor son inoportunas, exageradas o que no responden a la realidad. Pero no hay lugar para el escándalo. Porque no es la primera vez que Jaime Mayor anuncia malos presagios: ya lo hizo en lo que él mismo definió como «tregua trampa», en 1998, en medio de un clima de esperanza ante el fin del terrorismo, cuando sostenía que se mantenía la negociación con ETA tras el atentado de la T-4, o cuando señaló que estaba en la mesa del diálogo con la banda el debate la territorialidad y la autodeterminación. Entonces tuvo razón, aunque deba señalarse en favor del Gobierno que el «proceso» fracasó. Y es tal su convencimiento, que sería preferible ahora que no la tuviera.

Chelo Aparicio

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