El caso del ex tesorero del PP Luis Bárcenas, que se ha convertido en el protagonista del levantamiento del secreto del sumario ‘Gürtel’, resulta paradójico. Las referencias a sus actividades eran ya conocidas, aunque ahora se sumen unas a otras en el fárrago de folios del sumario. Sobre algunas Bárcenas ya dio explicaciones que, aunque hayan de ser probadas, resultan verosímiles. Por éstas y por otras está imputado, como senador, en el Tribunal Supremo, en el que ya ha declarado y presentado las alegaciones y los documentos que ha estimado oportuno. Es decir, conocemos por el sumario acusaciones y sospechas pero no tenemos, como es el caso de los imputados en el Tribunal Superior de Madrid, las versiones de éstos, la contraposición de argumentos y datos que ofrecen un panorama más completo y, en ocasiones, incluso más proclive a la sospecha de delito que la mera acusación.
Seguramente es el protagonista porque todos los demás imputados están suspendidos de militancia, expulsados del grupo del PP en la Asamblea de Madrid u obligados a dimitir de sus cargos públicos. Bárcenas había dejado de ser tesorero del partido pero seguía ejerciendo funciones en la sede central y, al parecer, el partido pagaba su defensa. Convertirlo en el chivo expiatorio o en el elemento fundamental de esta trama es seguramente injusto, al menos en este momento del procedimiento, pero su situación era un indudable problema para él mismo y para el partido. Mientras la primera parte, las suspensiones, etc., han servido a Esperanza Aguirre para mostrar una vez más en sus declaraciones de estos días su habilidad política, la segunda, la de Bárcenas, pesaba sobre el PP y daba lugar a una batalla interna entre los dirigentes que querían una medida «contundente», palabra de moda, y los que, convencidos de su inocencia, querían ponerse de su lado.
Por todo ello, su baja temporal y voluntaria en el PP -seguida de la del diputado Merino, también imputado en el Supremo- y el abandono de toda función en el partido es la mejor solución estratégica. Sirve, además, para que Rajoy pueda hacer una propuesta de recambio general en la Tesorería del Partido que, más allá de los efectos higiénicos, elimina, a un lado y otro, elementos que se han convertido en la consecuente discrepancia interna en la dirección del partido.
¿Hace falta algo más? Al PP se le demanda ahora, desde fuera (los adversarios del partido) y desde dentro (los adversarios de Rajoy), más «contundencia», ser «implacable», abandonar un pretendido «silencio». Algunos piensan que todo ello estaría más claro si, en vez de negociar o exigir privadamente la salida del partido de unos y otros, se hubiera procedido previamente y sin otras consideraciones a su expulsión. Es una opción, pero no es habitual en los partidos no tanto por ser melifluos sino por evitar, en momentos de crisis, tensiones internas complementarias. Desde «dentro», por decirlo con cierta ironía, se piden actuaciones que no se concretan porque los intransigentes, en sus intereses particulares, también son presa de las lógicas reticencias.
Quizá ese «algo más» deba estar dirigido, no tanto a las cuestiones meramente judiciales ni a las relaciones (y batallas) intrapartidarias, sino ante los ciudadanos y, especialmente, los votantes del PP. En este caso, el PP, porque también vale para los demás, que no son ajenos a la corrupción. No hay trama «contra» el PP (ni en otros casos contra los demás), sino tramas que, aprovechándose del PP (o de otros), actúan contra las instituciones, el Estado de Derecho y el dinero público. Por eso, quizá los partidos no sólo deberían presentarse como víctimas, sino también pedir disculpas por haber sido utilizados, al tiempo que pidan el apoyo de los suyos para conseguir que no vuelva a repetirse. Y, más allá de los convenientes códigos éticos internos, convendría que analizasen la legislación y los controles, los previos antes de las contrataciones y los posteriores a través de los órganos de supervisión, para que, siendo imposible evitarlo todo, sea más difícil que pasen las cosas lamentables que tan a menudo pasan.
Germán Yanke