No se puede impedir que la víctima de una agresión tenga sentimientos de venganza. Pero si se la nombra asesora de un órgano observador del fenómeno de la violencia y se la deja entrar en el ruedo político, acaba pidiendo una licencia de armas y diciendo que la Constitución es una «anormalidad democrática» a cuanto micrófono encuentra por delante. Es lo que le pasa a Jesús Neira, que casi lo matan por defender a una mujer del chulazo que la estaba pegando. Se convirtió en héroe nacional de la noche a la mañana.
Profesor universitario, víctima y cercano a sus tesis. Esperanza Aguirre -siempre la más rápida- no tardó en ficharlo. Muchos no lo vimos claro porque la condición de víctima es de por sí complicada. No tardó en atacar al Gobierno, al matón y a la mujer agredida que se pasea por las teles contando su vida. Eso y llamar «cucarachas» a los implicados no parece la mejor idea para acabar con la violencia machista.
Estos días ha vuelto a demostrar que la moderación no es su terreno. Algunos lo califican de «valiente» pero él escribe un libro titulado España sin democracia y habla de licencia de armas y se mete con la Constitución porque se negoció «en secreto». Como si en aquellos tiempos fuera fácil hacerlo de otra manera. Aguirre no lo ha leído pero dice que cargar contra la Constitución es un ejercicio de «libertad de opinión». Es el mismo argumento que la Diputación de Valencia utilizó para cerrar una exposición por una docena de fotos periodísticas sobre el caso Gürtel. Nadie le niega la libertad de opinión al señor Neira. Lo peligroso es que lo haga desde un cargo público.
Luz Sanchis