jueves, abril 25, 2024
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Jóvenes a precio de saldo

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El concepto de mano de obra barata va camino de convertirse en ley en este país, retrocediendo un poco más en las conquistas sociales que nos permiten disfrutar de lo que en su día decidimos llamar Estado del bienestar. La cesión a las presiones del capitalismo más salvaje, ese cuyo desastre casi nos devuelve a la edad media hace menos de un año, va a terminar con la equiparación de los trabajadores españoles en materia de derechos con los de una fábrica de aparatos electrónicos de marca en Tailandia. Es lo que tiene esto de la globalización y la desaparición de las fronteras para el movimiento de los capitales; los países más potentes exportan su manera de hacer negocios, e importan de los más pobres el sueño de acabar con las prestaciones sociales y todo lo demás, finiquitando previamente la cotización. Y el que más chifle, capador. Menos mal que tenemos ahí a Octavio Granado. Ya podríamos haber globalizado la seguridad social, o la sanidad pública, pero no. Para qué alumbrar a los necesitados con ideas que los agitarían. Lo mismo incluso les da por crear un sindicato. Quita, quita.

Ahora nuestros empresarios proponen al Gobierno la creación de un contrato especial para jóvenes, en el que se incluye un pequeño estipendio a modo de sueldo, y por supuesto ninguna indemnización el día que el dueño decida ponerlos en la calle. Y encima habrá que estar agradecido. La cuerda siempre se rompe por el mismo sitio, y en ese lugar, el corte relega a los más indefensos entre los débiles. La generación mejor formada de nuestra historia, una y mil veces repetido el tópico, no logra una remuneración acorde a sus conocimientos, y la cosa no tiene visos de mejorar viendo los planteamientos de la CEOE. Ya sé que, puesta la alternativa del paro en el otro extremo de la balanza, un mal contrato es un mal menor, pero no se puede caer en la trampa de quien pretende aprovechar esta coyuntura económica para volver a estrujar unas nóminas ya bastante necesitadas de aire. A este paso ser mileurista se convertirá en una aspiración, en vez de un punto de partida.

Reducir a los jóvenes a la solución menos mala para contratar a precio de saldo sin más ataduras que la carta de despido es tan básico como aterrador. ¿Terminará el contrato de inserción cuándo volvamos a la senda del crecimiento? ¿Cuánto costará recuperar el terreno perdido? Las medidas de excepción en esta materia se acaban consolidando con pasmosa facilidad, y el mero hecho de hacernos estas preguntas nos llevan a la conclusión de que es probable que la iniciativa se lleve a cabo. Tendrá aquí el Gobierno una nueva prueba de fuego para su discurso social, hasta ahora sin demasiadas fisuras.

Con la situación actual de millones de jóvenes, relegados a vivir eternamente en casa de sus padres incluso contando con un trabajo, la definición de juventud se está ampliando en el tiempo de forma peligrosa… según se mire. Puede que en la CEOE, viendo que ahora uno es joven hasta los 35, pretendan alargar el contrato de inserción hasta los 40. Negocio redondo. Estamos muy escasos de empleo, pero la falta de imaginación ha llegado a un punto crítico. Si esto es todo lo que se les ocurre a los empresarios para animar el mercado laboral, tendremos que irnos preparando para emigrar. Tailandia no es mal sitio.

Ion Antolín Llorente

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