El Madrid necesitaba curar la herida de la eliminación en Liga de Campeones y en Valladolid encontró la dosis antibiótica. Ante adversario que no se anduvo con chiquitas a la hora de disputar el balón, supo imponer su mayor capacidad goleadora. Al descanso ya había dejado el partido casi sentenciado.
El partido tuvo prolegómenos en que se homenajeó al más ilustre de los seguidores del Valladolid. Miguel Delibes, quien escribió páginas en las que manifestó sus preferencias futbolísticas y expuso sus teorías sobre el buen juego, con brillantez literaria e ideas propias de quien tenía capacidad para analizar los partidos por encima de sus querencias.
Los nietos del escritor oyeron cómo los espectadores mostraban su respeto ante las palabras dedicadas al escritor y el más pequeño de ellos sacó de una caja una paloma blanca a la que dio libertad. Después, el fútbol no correspondió a las emociones primeras, al entrañable recuerdo a quien ha sido escritor universal.
El Valladolid tenía necesidad de puntuar porque está en el abismo del descenso. El Madrid necesitaba vencer para seguir en cabeza de la clasificación. Antes de que empezar el partido de Zorrilla el Barça había derrotado al Valencia con tres goles de Lionel Messi.
Gonzalo Higuaín empató con su compatriota con las tres dianas que se anotó frente al Valladolid. La victoria madridista fue obligada por su notoria superioridad. Ello no fue óbice para que los espectadores salieran enfadados con el árbitro.
El asturiano Mejuto no pitó dos penaltis a favor del Valladolid. El primero pudo haber sido la apertura del marcador. El segundo habría sido, además, la expulsión de Sergio Ramos, quien ya había recibido una tarjeta amarilla.
El juego fue duro. Hubo más asperezas que delicadezas. El equipo local trató de ganar con más fuerza que habilidad. Los goles no maquillaron la dureza impuesta de principio a fin. No fue partido para recordar. Y eso que era en homenaje a Miguel Delibes.
Julián García Candau