jueves, abril 25, 2024
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En busca de sanciones con impacto

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La cínica (y en general correcta) crítica a las sanciones económicas era resumida de esta forma por un diplomático estadounidense apartado del servicio llamado Douglas Paal: «Las sanciones siempre logran su principal objetivo, que es hacer que aquellos que las imponen se sientan bien».

La Administración Obama se emplea ahora a fondo para redactar una nueva ronda de sanciones de Naciones Unidas contra Irán que logre más que este impacto buenista. El ambicioso objetivo es «suspender los ingresos que financian los programas nuclear y balístico de Irán», afirma un alto funcionario de la Administración.

«Vamos a cerrar el grifo a Irán tanto como podamos», añade un diplomático que representa a uno de los integrantes de la coalición encabezada por Estados Unidos que está empezando a debatir una resolución de nuevas sanciones en el Consejo de Seguridad de la ONU. La resolución se centrará en la Guardia Revolucionaria de Irán (IRGC) y su vasta red de empresas, que Estados Unidos estima pueden suponer hasta la tercera parte de la economía bruta de Irán.

Uno de los objetivos de las sanciones propuestas podría ser Líneas Marítimas de la República Islámica de Irán, una flota de 115 buques de carga que los analistas sostienen se ha dedicado a transportar cargamento destinado al programa nuclear nacional. Otro objetivo podría ser la constructora Jatam al-Anbiya y su red de contratistas, propiedad de la Guardia Revolucionaria.

Para aportar peso económico a la nueva iniciativa contra Irán, la Administración Obama está trabajando de cerca con los exportadores de petróleo del Golfo, como Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. La secretaria de Estado Hillary Clinton visitaba Arabia Saudí el mes pasado para recabar su apoyo a la campaña de sanciones, y en particular para presionar a China hasta que respalde la nueva resolución de sanciones en las Naciones Unidas.

China es vulnerable a la presión del petróleo iraní, ya que están importando de Irán alrededor de 540.000 barriles de crudo diarios. Así que los saudíes y los emiratíes vienen asegurando a Pekín que estarán dispuestos a compensar cualquier ausencia de cargamento de crudo iraní.

Los Emiratos Árabes Unidos han elevado sus exportaciones petroleras a China como parte de esta campaña de presión. Los envíos de cargamento se han elevado desde alrededor de 50.000 barriles diarios el año pasado hasta los 120.000 actuales, con la vista puesta en el objetivo de superar los 200.000 barriles hacia finales de año. Para los próximos años, los Emiratos Árabes Unidos están haciendo la oferta de incrementar ese volumen de exportación a China hasta un margen de medio millón de barriles diarios, lo que casi es equivalente al total iraní actual.

El príncipe Saud al-Faisal, ministro saudí de Exteriores, viajaba a China a finales de la semana para ganar su apoyo contra Irán. El mensaje de Arabia Saudí, según un funcionario estadounidense, es: «Si no nos ayudáis contra Irán, veréis un Oriente Próximo menos estable y fiable en su abastecimiento».

Mientras tanto, una delegación israelí de alto nivel también visitaba China el pasado fin de semana, según el Financial Times. La delegación incluía a Stanley Fischer, el gobernador del Banco Central de Israel. Fischer, eminente economista muy respetado entre los altos funcionarios chinos, habría sido capaz de explicar el impacto del régimen de sanciones que se propone.

La visita israelí conducía a un destacado experto en energías a especular en privado que si las sanciones no logran alterar el comportamiento iraní, los israelíes tendrán que utilizar medios militares para detener en seco las exportaciones petroleras de Irán.

La campaña contra Irán fue el tema central de la reciente visita a Washington del ministro de Exteriores de los Emiratos, el jeque Abdalah ibn Zayed. Él instaba a los funcionarios de la Administración estadounidense a incluir a los vulnerables vecinos de Irán presentes en el Consejo de Cooperación del Golfo -Arabia Saudí, Qatar y Omán, entre otros- en sus planes para enfrentar a Irán. «Vamos a encontrar la forma de hacer más con ellos», afirmaba el alto funcionario.

El truco para la Administración Obama reside en elaborar un régimen de sanciones que castigue al Gobierno iraní sin causar grandes problemas al pueblo iraní. Ésa es una razón de que la Administración desconfíe de la propuesta de sanciones a las importaciones de refinados del crudo procedentes de Irán aprobada en el Congreso, una medida que afectaría más probablemente a la población que al régimen.

Los funcionarios hablan de sanciones «selectivas» que pongan el acento en el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria y su conglomerado militar-industrial de empresas. Pero este esfuerzo es el equivalente diplomático a un «bombardeo de precisión»: en la práctica son inevitables ciertos daños colaterales, lo que puede ayudar al presidente Mahmud Ahmadineyad a obtener apoyos para su Gobierno radical.

Lo cierto es que la cuestión nuclear iraní se encamina hacia una fase más tensa de la confrontación, empezando por la iniciativa en favor de sanciones más duras en las Naciones Unidas. Los países del Golfo vienen preguntando lo que planea hacer EEUU si las sanciones no funcionan: ése es el gran interrogante de la política exterior en el 2010, y Washington empieza ahora a pensar la respuesta.

© 2010, The Washington Post Writers Group

David Ignatius

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