martes, abril 16, 2024
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El dilema no es el IVA

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El dilema es cualquier cosa menos sencillo: ¿cómo reducir el déficit público sin poner en riesgo los tímidos indicios de recuperación? El descuadre de las cuentas públicas ha sido el estímulo articulado por los gobiernos para evitar el desastre -primero- e impulsar algo de crecimiento -después-, y existe lógica preocupación por acertar el momento de empezar a retirarlos. Precedentes como el de Estados Unidos en la década de los años treinta, cuando Roosevelt los retiró antes de tiempo y provocó una recaída, o el más reciente de Japón, más o menos semejante, juegan a favor de la prudencia, pero en sentido contrario pesa la evidencia de que déficits presupuestarios demasiado elevados, durante demasiado tiempo, pueden acabar siendo letales y conducir igualmente a una honda contracción de la economía.

Suena algo así como cuadrar un círculo y la verdad es que se le parece, porque encontrar el punto de equilibrio es tan difícil como arriesgado resulta errar. En el fondo, otra forma de ver el problema podría ser determinar qué parte de crecimiento potencial se sacrifica -hoy- para darle continuidad futura y que no se agoste nada más empezar.

Por ahí debería discurrir el debate, en lugar de simplificarlo en posturas en contra del aumento del IVA o a favor. Sin duda, elevar cualquier impuesto va a tener efectos sobre la economía, aunque el que grava el consumo es tenido por los especialistas como de los más neutrales, excepción hecha del capítulo inflacionista, por cierto ahora mismo en diferencial negativo respecto las principales economías de la Unión Europea (UE). Pero, de lograr el perseguido impacto positivo sobre los ingresos fiscales, será notable su contribución a reducir la magnitud del descuadre presupuestario.

La cuestión, por tanto, está en elegir y sin duda sería bueno que los dos grandes partidos fuesen capaces de pactar un plan, con su correspondiente calendario, para ver cuánto y cómo se va tendiendo a la consolidación presupuestaria que, entre otras cosas, viene exigida y está comprometida en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento vinculado a la pertenencia al euro. Sería una forma, entre otras, de ganar credibilidad frente a unos mercados tan atentos como preocupados por cualquier síntoma de discontinuidad.

Entrar a atacar o defender -en el fondo, importa poco- una medida concreta, sin atender al conjunto o los aspectos de fondo, es una forma de perder el tiempo, a base de simplificaciones que confunden más que aclaran la percepción y las consecuencias de lo que está pasando en realidad.

Se mire como se quiera, sigue faltando en buena medida decir la verdad. Lo que no implica que se mienta, sino que persisten ocultos notables matices de lo que está pasando y, todavía más, de lo que va a ser necesario para salir.

Enrique Badía

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