jueves, abril 25, 2024
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El ‘oasis’ vasco

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El lehendakari López subraya el «oasis» vasco, algo así como el refugio en las penalidades de la política española. Otros hablan de la «excepción vasca», en un contexto difícil, por vez primera en clave de virtud. Aquí, donde el PP dio su apoyo al PSE-PSOE para alzarse con la presidencia en Euskadi, no hay «gürteles» ni «faisanes». La relación entre ambos es casi una balsa. Su principal rival, el primer partido del país, el PNV, aduce esta circunstancia como prueba de intenciones aviesas, pero olvida que la fundamental razón para la alianza reside en el hecho de haber compartido la tragedia por tantos cargos asesinados por ETA. El aniversario coincide con el de la ausencia de la izquierda abertzale en la Cámara de Vitoria.

El año ha sido apacible, pese a la crisis que también azota el País Vasco y no ha llegado el «apocalipsis» que se anunciaba, como ha querido resaltar el lehendakari. Siendo cierta la normalidad, la principal conquista para quienes aspiraban a la alternancia política es comprobar si la ilusión que sustentó el cambio se encarna en políticas, más allá del empeño de «tolerancia cero» contra los terroristas que ha llevado con éxito, singularmente, la Consejería de Interior. El reto es gestionar el cambio sin abundar en el foso que fue abriéndose en las décadas pasadas con políticas esencialmente nacionalistas.

En la noche del 1 de marzo de hace hoy un año, el líder de los socialistas vascos, Patxi López, lanzó un órdago a propios y extraños. «Me siento legitimado para liderar el cambio. Para decirlo más claro, no renuncio a presentar mi candidatura para ser el próximo lehendakari». Aquel «no renuncio» cayó como una losa entre algunos socialistas que miraban atentos desde la sede de Ferraz. Se deslizaron comentarios de preocupación porque «Patxi» no hubiera dejado margen a otra alternativa, como la del pacto con el PNV. El PSOE miraba con el rabillo del ojo la reacción de Patxi López y con otro hacia el Congreso, donde los votos del PNV cobraban una importancia esencial. La determinación de Patxi López fue decisiva, ocho años después de la alternativa defendida por Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo, y bendecida por numerosos intelectuales -aunque criticada con saña por otras personalidades políticas y económicas-, que no alcanzó el éxito por 25.000 votos.

López y Basagoiti han jugado con inteligencia. La cúpula del PSE, donde anidaban mayores resistencias hacia el pacto con el PP, resistió con firmeza su apuesta por el cambio, a pesar de que el lehendakari dejó abierta la posibilidad de alianzas diferentes durante la campaña electoral. Su reto fue defender el cambio y la mano abierta al PNV. La cuadratura del círculo.

La dificultad del Gobierno de López será conciliar su intento integrador con el riesgo de no perder los apoyos, también desde el electorado popular. El PP renunció a exigir la presidencia de Álava ante el pacto PSE-PNV por no romper la alianza de legislatura, y quedan las políticas lingüísticas, donde afloran las expectativas de quienes desean una enseñanza en castellano como lengua vehicular. El PP vasco, doliente aún de una crisis interna, podría debilitarse si rehúye sus principales banderas.

La primera emoción ha pasado. Disueltos los estigmas sobre la imposibilidad de un Gobierno sin nacionalistas, quedan las políticas concretas. El PNV recibió el acuerdo PSE-PP como «un golpe institucional» pero recondujo después su actitud para no renunciar a su pretendida centralidad. Firmó el pacto de estabilidad presupuestaria con el PSE y no ha roto con el PSOE en las Cortes. El PNV, que sacó 80.000 votos y 5 escaños más que el PSE -aunque no logró los apoyos para la presidencia- tiene intactas sus redes de influencia. Y espera regresar.

Chelo Aparicio

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