El Consejo Europeo del jueves fue, más que un síntoma, la demostración de la crisis institucional europea, de su incapacidad real para enfrentarse coordinadamente a los retos del momento, económicos y políticos. Sobre el asunto de Grecia, buenas palabras a las que se llama «declaración política del más alto nivel». Sobre la posibilidad de adelantar fondos estructurales, nada. El BCE estaba de oyente y, sobre la conveniencia de poner de acuerdo a algunos de los países miembros, fundamentalmente Francia y Alemania, para ayudar a Grecia, un fracaso. Si se ponen de acuerdo será al margen de las instituciones europeas, no porque en ellas se puedan llevar a cabo planes conjuntos. España, de perfil, a pesar de la presidencia rotatoria y de los desayunos tempraneros de los distintos presidentes europeos que conforman el lío institucional.
Si, además, se trata de salvar el fracaso señalando que Grecia, ahora, no necesita ayuda sino el cumplimiento de su draconiano plan de ahorro, que todos los socios apoyan, ocurrirán previsiblemente dos cosas. Una, que las tensiones sociales en ese país se acrecienten y dificulten aún más su situación. Para llevarlo a cabo, con todos los sacrificios que supone, Grecia necesita realmente la ayuda que ahora se dice que no precisa por el momento. Todo será más complicado. Y dos, los problemas de los bonos y la deuda griega pueden contagiarse a otros países en la situación no ciertamente del país mediterráneo, pero sí de debilidad.
Van Rompuy aseguró en rueda de prensa que no había seguido el efecto de la reunión en la Bolsa y los mercados. Muy interesante ese autismo cuando la debilidad europea, el fracaso de sus expectativas, fortalece la especulación y las tensiones. Era «un mensaje a los mercados» y no se sigue lo que pase en ellos. Pasmoso. Triste. Descorazonador.
Germán Yanke