jueves, abril 25, 2024
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La segunda muerte de Salinger

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Según Leonor Alomar, una de las grandes intelectuales de la isla de Mallorca, no es bueno siquiera acercarse al juego de «¿Qué habría sucedido si…?». Sólo sirve para construir castillos en el aire y, tal y como viene la vida, es mejor quedarse pegado al suelo.

Con el recién fallecido J.D. Salinger, el autor de la famosísima El guardián entre el centeno, uno no puede evitar preguntarse varios «¿Qué habría pasado si…?». Por ejemplo, es inevitable pensar qué habría pasado con su fama si hubiese continuado escribiendo después de 1965, cuando publicó su último cuento, si hubiese creado alguna otra novela aparte de su más presente título -sus tres novelas cortas son bastante peores que el resto de su producción, así que no me detendré en ellas-. Aparte, uno se pregunta si mucha de la fama que le ha acompañado se debe a que varios notorios asesinos del siglo XX leían asiduamente la novela protagonizada por el inmortal Holden Caulfield.

Personalmente, siempre he pensado que El guardián entre el centeno, interesante por tratarse de algo publicado en 1951, es una buena novela, sin más, no esa obra magnífica, única y determinante encumbrada por la crítica. Cierto que Holden es un adolescente mimado, caprichoso e inmoral que bien puede representar a las generaciones que vinieron después y continúan viniendo. Pero no es, de ninguna manera, el único personaje literario que merece tal privilegio. Ni fue el primero.

Siempre he pensado -otro «si»- que Salinger fue un devoto lector de Pío Baroja. Su Holden Caulfield debe muchas de sus características a los personajes, entre el nihilismo, la inconsciencia y la desesperación, de las novelas del escritor vasco. Sobre todo a Andrés Hurtado -¡cuánto de El árbol de la ciencia veo en El guardián entre el centeno!- y a Jesús de la trilogía de La lucha por la vida. Caulfield, por lo menos, representa a la juventud de clase alta del este de Estados Unidos. Pero escritores norteamericanos anteriores y contemporáneos a Salinger también habían creado personajes semejantes a ese crío mimado e insustancial. Yendo más allá, no se puede entender a este chaval sin Dostoievski y sus «demonios».

A mi entender, Salinger escribió una novela que trascendió aunque lo mejor de su producción literaria fueron sus cuentos, poco más de una treintena, que sirvieron de guía a muchos escritores. Cheever, Updike, Dubus, Carver, Ford… deben en mayor o menor medida parte de sus páginas a las historias cortas de Salinger.

Pero, ¿no es Salinger hijo directo de Hemingway, Scott Fitzgerald o Sherwood Anderson, por lo tanto nieto de Chejov? Sus cuentos pueden considerarse magistrales, o no, pero, aparte de ser bastante menos conocidos que El guardián entre el centeno, suponen una producción muy escasa para considerar a este escritor como uno de los grandes de todo un siglo. Sobre todo porque no experimentó una evolución que permita juzgarlo como tal.

Aun así, Salinger continúa siendo uno de los grandes iconos literarios del pasado siglo. Más bien su Holden Caulfield en su loca escapada neoyorquina. Su pronta retirada -su primera muerte, la literaria- y un par de gilipollas que le leían y mataron o lo intentaron le han encumbrado por encima de otros escritores a mi entender mejores pero sistemáticamente ignorados como, para poner el ejemplo más ilustre, el genial Andre Dubus, superior a Salinger en todos los sentidos. Pero este mundo funciona así. El guardián en el centeno es objeto de estudio en más de un centenar de universidades del mundo, y muchos otros escritores son olvidados porque no tuvieron la «suerte» de dejar de escribir o ser citados por el periodista amarillista de turno. En cualquier caso, tal y como son las cosas, el criterio es tan arbitrario como sería cualquier otro, porque en la creación humana no hay verdades.

Pero, insisto, ¿qué habría sido de J.D. Salinger si hubiese continuado escribiendo o si, por ejemplo, Mark Chapman no hubiese leído El guardián entre el centeno? En cualquier caso, descanse por fin en paz un escritor que ha pasado a la historia, un alma atormentada que huyó del mundo, un icono del siglo más caótico de la historia. Servidor, por su parte, releerá este mismo de fin de semana las locuras de Holden Caulfield a ver si por fin consigue descubrir el secreto de su prestigio.

Daniel Martín

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