En el fútbol es habitual buscar coartadas para justificar un mal resultado. Lo clásico es cargar sobre los árbitros, argumento muy visto y que en muchas ocasiones es sólo pataleta. Lo más imaginativo es justificar la eliminación en la Copa del Rey con el argumento de que permitirá mayor descanso a los futbolistas, y con ello, mejor rendimiento en Liga y Liga de Campeones.
Barça y Real Madrid se han apuntado a tal teoría después de sus caídas en la copa española. Algo similar aduce el entrenador del Valencia, Unai Emery, quien después de haber sufrido el varapalo de La Coruña dice soñar con la Liga y la Liga Europea.
Lo realmente curioso es el modo en que se adoptan tales actitudes. Son el recurso a un notorio fracaso. El Barça se descuidó en casa frente al Sevilla y pagó con la eliminación. El Madrid padeció la humillación de Alcorcón y se alimenta con la caza al Barça en la Liga y la conquista de la décima copa continental.
Realmente, tales ambiciones, además de estar justificadas dada la potencialidad de ambos equipos y el prestigio de los clubes, mitigan la decepción y alimentan nuevas ilusiones. En el fútbol se vive tanto de los sentimientos que cualquier anuncio de buena nueva sirve para reconfortar el ánimo decaído.
La Copa del Rey parece carecer de importancia cuando de la misma se descuelgan competidores tradicionales. Sin la previsión de grandes duelos en semifinales y final parece como si el torneo fuera cosa de la clase media. Y eso que en esta fase proporciona dinero y oportunidad para clasificarse en puestos de UEFA.
En el gran torneo europeo y la Liga española no caben excusas. Perder estas competiciones, cuando en ellas se han volcado tantas ilusiones, es malbaratar quereres y presupuestos. El Madrid se gastó lo que nunca había estado en los escritos.
Julián García Candau