jueves, abril 25, 2024
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Recuperación es empleo

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Superado el ecuador del primer mes del año, se conoce ya la práctica totalidad de los pronósticos elaborados para el conjunto del ejercicio. Luego, conforme avancen los meses, vendrán las revisiones, que, como suele ocurrir, atinarán un poco más en las cifras; ya se verá si a mejor o a peor respecto del vaticinio inicial. Sólo que los que están apareciendo difieren un poco del planteamiento habitual: la evolución del empleo está restando protagonismo al dato de crecimiento.

Dejando aparte el optimismo que se siente obligado a transmitir el Gobierno, la coincidencia es casi unánime: la economía volverá a decrecer en el 2010, aunque con mucha menor intensidad que el año recién concluido y un cuarto trimestre proyectando tasas levemente positivas para los siguientes. Todo -hay que decirlo-, con grandes dosis de precaución.

Ese escenario hubiera inducido, en otros tiempos, la sensación de que durante los próximos meses la crisis podría darse por superada. Hoy, en cambio, comienza a imperar la tesis de que sólo podrá afirmarse cuando los datos de empleo luzcan en línea con los registrados en el 2007. Algo que, con mínimas divergencias, nadie sitúa antes del 2015 o el 2016; esto es, entre cinco y seis años a partir de aquí. Entonces, y sólo entonces, estará justificado hablar de auténtica recuperación.

Probablemente, pocos oficios son ahora mismo más difíciles que el de pronosticador. Cualquier repaso a las previsiones más extendidas para el 2008, e incluso las anticipadas respecto del 2009, cuando los problemas ya habían superado ampliamente la fase de presunción, dejan en lugar poco decoroso a los especialistas. Quizás por eso, la mayoría opta por la prudencia o, dicho de otro modo, se cura en salud. A fin de cuentas, siempre es mejor que la realidad mejore el cálculo a que ocurra al revés.

Juega, además, otro factor psicológico importante: en las partes brillantes del ciclo, los problemas tienden a subestimarse, mientras que en los periodos de crisis domina la desconfianza frente a cualquier indicio hacia mejor. De modo que, entre unas cosas y otras, no sería extraño que se estuviesen infravalorando las expectativas, aunque tampoco se debe pasar por alto lo determinante del factor confianza, en estos tiempos con escasa salud.

Enrique Badía

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