miércoles, abril 24, 2024
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A vueltas con la educación

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El PP ofrece un consenso para la reforma del sistema educativo sobre la base de reforzar el Bachillerato, garantizar que se imparta el castellano en toda España e impulsar el cálculo y la lectura desde los primeros años. También propone que el Bachillerato se imparta durante tres años (y no en dos, como hasta ahora) en detrimento del último y cuarto curso de la Enseñanza Obligatoria (ESO), así como limitar el paso de curso en Bachillerato a dos asignaturas pendientes. En cuanto a la asignatura Educación para la Ciudadanía, que ha enfrentado a los dos grandes partidos, propone modular su impartición y sustituirla por Filosofía en Bachillerato. Lo ha expuesto el PP con «vocación de consenso», y con alabanzas de Rajoy al ministro Gabilondo, frente a la desconfianza manifiesta que le inspira quien lo nombró: el presidente Zapatero.

La música no suena mal, si se tienen en cuenta las quejas de los docentes sobre la dificultad de lograr una enseñanza de calidad sin establecer unos protocolos aceptados, y que sólo hayan sido objeto de la interpretación ideológica, según quien fuera el partido en el poder. La falta de un consenso político en nuestra democracia ha hecho el resto. De momento, Leire Pajín considera algunas de las propuestas del PP «un debate del pasado», cree que «condenaría» a muchos jóvenes a salir del sistema a los 16 años, pero no critica absolutamente la iniciativa: se declara una «entusiasta» de un Pacto por la Educación.

En el fondo está latente el valor que unas u otras formaciones políticas dan a la cultura del «esfuerzo», como garantía del saber y a la disciplina en la escuela. Lo que para el centro derecha ideológico es clave, para la izquierda suscita recelos si se plantean como un valor en sí mismos. El debate se extiende también a otras derivadas, como la de impulsar las facilidades de aprendizaje en distintos registros, o el explorar otros recorridos académicos que puedan reencontrarse y evitar el fracaso escolar. Probablemente, si no se cayera en el tópico de estigmatizar unos u otros valores, podría resurgir ese consenso.

Sarkozy hizo de la cultura del esfuerzo uno de sus ejes de campaña en las presidenciales del 2007, y fue uno de los que le dio el éxito después de que los mitos de mayo del 68 hicieran mella en la sólida escuela francesa. En cualquier caso, en materia educativa, nadie tiene ya la fórmula mágica para afrontar la nueva situación que se plantea con el dilema entre la seducción para muchos escolares del fácil acceso a cierto saber frente a una enseñanza estructurada que no ha logrado atraerles.

España afronta un debate esencial para los próximos años. Y mientras el ministro Gabilondo recaba los documentos de todas las comunidades autónomas para la reunión que se celebrará el próximo 27 de enero -las del PP han remitido un texto conjunto-, la confusión aflora en otros ámbitos académicos. Como en la Universidad de Sevilla, donde se da a conocer la nueva normativa sobre evaluación y calificación -aprobada en septiembre por el Consejo de Gobierno universitario-, que ofrece a sus alumnos la posibilidad de terminar su exámen después de que el profesor les requise la chuleta. Se explica que es con el fin de que puedan recurrir su suspenso ante una comisión de docencia. Los profesores podrán «requisar» la chuleta sin «destruirla». Entre las explicaciones de la Universidad sobre la normativa está el derecho del estudiante a que «la decisión del profesor no sea injusta e irreversible». Desde luego, no es éste el camino del esfuerzo en la educación.

Chelo Aparicio

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