viernes, marzo 29, 2024
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Un estreno ¿inquietante?

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Pocas cosas hay tan delicadas como el prestigio, sea cual sea su ámbito de implantación. Tejerlo cuesta tiempo, constancia y esfuerzos. Perderlo resulta más fácil: a veces, basta una torpeza o el simple descuido de no tener en cuenta qué tiene de sólido y cuánto de añadido circunstancial. Ocurre, además, que a menudo no pasa de ser comparativo: se tiene más o menos que los demás. Y lo mismo puede decirse de un atributo asociado: la credibilidad.

Estos días se ha instalado como políticamente correcto cerrar filas en torno al ejercicio de la presidencia semestral de la Unión Europea (UE) por entender, con fundamento, que España se juega bastante, siquiera frente al resto de socios comunitarios. Pero ¿cuál debe ser el alcance de ese cierre de filas? No es seguro que deba suponer aquiescencia, guardando las críticas u objeciones para después. No sólo, aunque también, por la sensación de que el Gobierno parece haber decidido ir por libre, con sus propias ocurrencias, antes que con un planteamiento discutido y más o menos consensuado con los demás. Conviene tener presente, antes que otra cosa, que los atributos ganados o perdidos con el ejercicio de esta presidencia trascenderán sus más directos protagonistas: se extenderán al conjunto del país.

¿Hay motivos para cuando menos sentir inquietud? Puede que los haya, a la vista de cómo se están acogiendo algunos pronunciamientos iniciales del Ejecutivo, tales que el proclamado propósito de llenar de soluciones la agenda de asuntos problemáticos y complejos que Europa tiene planteada desde hace décadas. O la curiosa pretensión de liderar la vuelta al crecimiento de las economías comunitarias desde una de las pocas que cerró el 2009 en recesión, ¿impartiendo lecciones y proporcionando recetas a las que ya están volviendo a crecer? Por no hablar de lo más reciente: la idea de introducir fórmulas -parece que no sanciones- para que los estados observen o cumplan los principios de política económica común.

Apenas nadie, más allá de Gobierno & Asociados, parece haber acogido con algo parecido a entusiasmo nada de lo anterior. Reputados diarios europeos, poco disimuladamente inspirados desde cancillerías, han dedicado las últimas semanas irónicos textos a España, su Gobierno y el presidente Rodríguez Zapatero. Incluso el Gobierno alemán ha querido salir oficialmente al paso de la última idea, dejando claro que jamás respaldará algo que -entiende- va contra el espíritu del recién alumbrado Tratado de Lisboa. ¿Alguien esperaba otra cosa?

Detalles concretos al margen, valdría la pena no confundir los planos doméstico y exterior del desempeño político. Lo que puede convenir -caso que lo haga- alardear en términos de opinión pública propia, corre el riesgo de resultar como mínimo contraproducente cuando se traslada al terreno supranacional. Ha ocurrido otras veces y, vista la experiencia, se debería evitar.

Suele ser importante en todo caso, pero aún lo es más cuando atañe a un país cuya economía está fuertemente entrelazada al crédito exterior.

Enrique Badía

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