jueves, abril 25, 2024
- Publicidad -

El terror de abajo

No te pierdas...

Bagdad, desde el aire de la mañana del domingo, parecía una ciudad restaurada. Se podían ver botes de remos recorriendo el estanque del Parque Zahwra, y karts y toboganes. Y en todas direcciones, nuevas escuelas y campos de fútbol y almacenes rebosantes, todo cobrando forma bajo la cubierta del nuevo Iraq.

Pero lo de abajo resultó ser una mañana del infierno. Los terroristas detonaban dos coches bomba de considerable potencia ante el Ministerio de Justicia y la administración provincial de Bagdad que mataban a más de cien personas y herían a más de quinientas. Fue el peor día de violencia de este año y, como los terroristas pretendían, un recordatorio de la fragilidad de la seguridad iraquí.

En el momento en que atacaban los terroristas yo estaba sobrevolando la ciudad en un helicóptero Black Hawk con el general David Petraeus. Como jefe máximo de las fuerzas estadounidenses destacadas en Iraq entre el 2007 y el 2008, ayudó a restaurar la estabilidad en el país. Volvía el domingo en calidad de comandante del Mando Central, y en su camino desde el aeropuerto decidió llevar a cabo una de sus giras por la ciudad desde el aire, algo que suele hacer tan a menudo que los pilotos de helicóptero le pusieron el nombre en código de la bebida «Purple Rain».

Los signos de recuperación parecían estar por todas partes. «Mire, las casas vuelven a tener inquilinos», decía Petraeus señalando un vecindario que hace varios años era una ciudad fantasma. «Siempre es bueno ver una grúa», decía señalando la pluma de un nuevo edificio. «Atascos, es buena señal.»

Petraeus señaló la evidencia de la normalidad: las escuelas, las comisarías de policía, los estadios deportivos, las estaciones de autobús y de tren, los parques y mercados y restaurantes junto al río. Y, para ser honesto, la ciudad, en panorama, me recordó la primera vez que visité Bagdad en 1981, grande y corpulenta y, para ser una ciudad árabe, bastante bien organizada.

No supimos de los horrorosos atentados con bombas hasta que aterrizó en la Zona Verde. Es lo que marca la diferencia entre la vida de cerca y lo que se ve desde varios cientos de metros de altura. Sobre el terreno, todos los ministerios nuevos recién pintados y bulliciosas calles bagdadíes son, para los terroristas, simplemente muchos objetivos.

Cuando estallaron las bombas -me informaba un amigo iraquí después- la red de telefonía móvil se vino abajo a medida que la gente empezó a llamar desesperadamente para ver si sus seres queridos estaban a salvo. Los extranjeros pueden olvidar al ver en televisión la terrible carnicería de Bagdad que los iraquíes son personas como todas las demás; aman a sus esposas e hijos y abuelos como cada hijo de vecino. Cuando el servicio volvió a la normalidad, decía mi amigo, recibió una treintena de SMS preguntándole si estaba bien.

Mientras Petraeus estaba de visita a los funcionarios, yo almorzaba con dos amigos iraquíes en el hotel Al-Rashid. La última vez que había comido allí fue en octubre del 2003, cuando viajaba con Paul Wolfowitz, entonces subsecretario de Defensa. Fue el famoso viaje en que el Al-Rashid fue alcanzado por cohetes; yo los vi impactar contra el hotel trazando una parábola desde un carrito azul a varios cientos de metros de distancia. Para muchas personas fue un día en que una nueva oscuridad envolvió la invasión estadounidense de Iraq.

Pero mis amigos iraquíes fueron sorprendentemente optimistas con el futuro, incluso después de los sangrientos atentados del domingo. «En cada barrio, Iraq está volviendo a su normalidad», decía uno. «No hay forma de que vuelva atrás,» insistía el otro. Yo dudaba de su confianza en un día así, pero es parte de la resistencia iraquí.

Más que hablar de los atentados, se hablaba de política. Mis amigos critican duramente al primer ministro en funciones, Nuri al-Maliki. Pero a medida que debatían, uno se volvió hacia mí con una sonrisa: «Aquí estamos hablando de quién va a dirigir el Gobierno después de las elecciones. ¿Puedes hacer algo parecido en cualquier otro país del mundo árabe?».

Al caer la noche, Petraeus y su comitiva volaban a Camp Victory, cerca del aeropuerto, para pasar la noche. «Bagdad puede ser un lugar cruel», me dijo. «Tienes que llevar el control de tus esperanzas.» Pero mientras el Black Hawk sobrevuela la ciudad, Bagdad vuelve a parecer la ciudad descafeinada, a pesar de los sucesos de la mañana.

Petraeus recorre el paisaje urbano por la noche. «La gente vuelve a ir a los parques», decía. «Todas las luces están encendidas, los coches están circulando con normalidad». Más tarde le pregunté si pensaba que la violencia del domingo llevaría a la gente a pedir que los americanos vuelvan a las ciudades, y movió la cabeza: «Iraq es un país soberano. Los iraquíes responderán a esto».

David Ignatius

Relacionadas

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -

Últimas noticias

- Publicidad -