jueves, abril 25, 2024
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La fracasada huelga de El País

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Una huelga en el primer diario nacional, en El País, es noticia como para merecer seguimiento y análisis en los demás medios. Pero apenas lo han hecho, estamos ante un tabú más evidente que la pretensión de que sobre el Rey no se escribe en los medios serios, lo cual no responde a la verdad. Que los demás medios hayan decidido que una posible huelga en un competidor no es materia informativa indica los problemas que padece la profesión.

El comité de empresa de El País convocó una huelga por temor a una hipotética segregación de actividades (el departamento de publicidad) dentro del grupo editor del diario. De hecho hay en el grupo una empresa de esa naturaleza que gestiona la publicidad de varios medios propios y ajenos. Ahora el editor quiere segregar la gestión publicitaria de El País a una nueva empresa especializada integrada en el propio grupo y controlada el cien por cien. Es algo frecuente en muchos medios y que responde a criterios de gestión razonables. Pero en El País sienten que cualquier novedad puede ir en contra de la situación adquirida, y temen que desde el grupo solo puede venir incertidumbre. Un síndrome curioso que merecería alguna reflexión interna.

La propuesta de huelga fue aprobada por 336 votos frente a 76, casi el 80% de los votantes estaba por la huelga. Y esos votantes significaban el 50% de la plantilla total, que teniendo en cuenta vacaciones, inhibiciones y circunstancias varias supone una participación a tener en cuenta. Así que huelga contaba con buena base, aunque no suficiente como para tener éxito. La huelga ha fracasado a pesar de un alto seguimiento porque los que no la han secundado han editado un diario como para ponerlo a disposición de sus lectores en buena hora. El comité de empresa ha fracasado en sus pretensiones y la mayoría de la plantilla ha sido insuficiente para imponer su voluntad.

Nunca me han gustado las huelgas de periódicos, los periodistas disponemos de otros procedimientos para reivindicar. Pero puestos a hacer huelga conviene que ocurra, tener éxito, en caso contrario es mejor no dar ese paso. Las frustraciones por una huelga fallida son imprevisibles, más aun en una empresa que necesita creatividad y cuya materia prima es el talento, las ideas.

Desde el punto de vista del editor las consecuencias buscadas deben tener que ver con dar una lección a los revoltosos, y las no buscadas tendrán que ver con decepciones latentes, división y recelo interno y con el calvario que deben haber pasado no pocos redactores que han vivido como un sinvivir seguir o no el llamamiento a la huelga, atender al corazón o a la prudente discreción, a no significarse frente a la autoridad.

Al propio fracaso de la huelga se une otro de carácter informativo. La redacción no ha sido capaz de informar sobre su propia historia, el diario del martes publicó una de esas páginas con firma anónima y colectiva (El País) que puede interpretarse como se quiera, cuyo contenido coloca a todos los afectados en un singular escaparate de privilegios salariales (80.000 euros de coste salarial medio de los 800 trabajadores bendecidos por el convenio de la empresa, excluidos cuadros directivos) que para si quisieran todos los demás trabajadores del sector.

La raíz de la huelga se explica y entiende mal, su fracaso peor aún, y la inflexibilidad de la empresa para gestionar el conflicto pone de relieve que algo huele raro en esa casa. Queda claro que el editor manda y domina, pero también que aguas abajo el entusiasmo es limitado y el dialogo deficiente. ¿Casa esa realidad con las posiciones de la línea editorial del medio tan propenso a dar consejos a los demás?

Fernando González Urbaneja

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