El Real Madrid de Ramón Calderón anda durante estos días a la desesperada llamando de puerta en puerta debido a su mala política de fichajes. Va con un ojo puesto en las agendas de los representantes de futbolistas y el otro viendo cómo el Barcelona se escapa al frente de la Liga con los deberes bien hechos a principios de temporada. El club blanco está en periodo de remiendos y convertido en un auténtico chollo para los equipos con figuras de segunda mano que vender.
Ninguneado y eliminado de la Copa por un Segunda División B, quinto en la Liga, muerto de envidia ante el fantástico fútbol del Barça, con el miedo en el cuerpo por su incierto futuro en la Liga de Campeones, donde tendrá que enfrentarse al Liverpool en octavos y, sobre todo, con una alarmante plaga de lesiones que le priva de poder contar con un estilo definido de juego, el Real Madrid se ha visto obligado a acudir al mercado de invierno para comprar por necesidad en las fechas más consumistas del año con el objetivo de intentar equilibrar a base de talonario una plantilla descompensada en origen por los errores de Ramón Calderón, quien se dedicó a vender humo prometiendo el fichaje de Cristiano Ronaldo y se ha quemado en el horno de su propia fantasía.
En un par de semanas el Real Madrid de Ramón Calderón ha hecho lo que no supo hacer al comienzo de la presente campaña. Además de poner la plantilla en manos de un técnico que incomprensiblemente ha aceptado un contrato de becario -por supuesto, más por su duración que por sus emolumentos-, ya se ha hecho con el fichaje de Huntelaar, la repesca de Parejo y ayer presentó a Diarrá, un centrocampista que llega con el aval de ser ‘el otro Makelele’. Pero el jugador de banda que más necesitan el equipo y Juande Ramos aún no ha llegado. Será el último en hacerlo, si es que termina llegando, tal como nos tiene acostumbrados Ramón Calderón con sus grandes promesas incumplidas.
Antonio Cubero