Nunca jamás había vivido el Real Madrid una derrota tan dulce. Diríase que quien perdió fue el Barça. Visto el partido desde el Bernabéu parece como si lo que vio por la tele más de media España hubiera sido al revés. Tan convencidos debían de estar los madridistas de que iban a sufrir un correctivo humillante que salir derrotados sólo por 2-0 les ha parecido casi un triunfo.
Por las reacciones que se han manifestado en los medios madrileños, voz que ha llegado al gran público y en éste ha anidado, hay que estar casi de celebración. Con los Barça-Madrid todo se exagera y magnifica.
Es cierto que no hubo goleada, pero también lo es que el Madrid no se presentó en el Camp Nou como un equipo grande. Fue más precavido que el Getafe, que arrancó un empate. Juande Ramos, en su debú liguero, prefirió evitar el descalabro antes que ganar el partido.
Lo sucedido es lo que ha invitado al madridismo más militante a considerar que su equipo ha comenzado a levantar cabeza. Los doce puntos de diferencia que hay en la clasificación no se consideran tarea imposible.
En el terreno en que se desorbitan los hechos hay tanto error en Barcelona, cuando se considera que la Liga ya está ganada, como en Madrid en el momento en que se promueve la idea de que nada hay perdido. Yo no afirmaría que el Madrid ya no tiene ninguna posibilidad, aunque nunca se han visto casos iguales al actual.
Tampoco empezaría a echar cuentas sobre el futuro. El Madrid recuperó una vez ocho puntos. Ahora son cuatro más y mientras el Barça es equipo hecho, en el Bernabéu aún han de encontrar las virtudes perdidas, las que dilapidó Schuster.
El equipo catalán tiene esta vez la ventaja de que si su principal adversario no está fuerte los otros perseguidores tampoco ofrecen demasiadas garantías.
Esta semana, el Madrid recibe al Valencia y el Barça acude a El Madrigal. Podría suceder que se distanciara más del actual segundo, el Valencia.
Julián García Candau