martes, abril 23, 2024
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Astucia y oblomovismo

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es la novela más conocida de Iván Goncharov, aunque personalmente prefiero Una historia corriente. Oblómov cuenta la historia de un hombre perezoso al que le puede la vida. Hasta levantarse le cuesta al bueno de Ilia Ilich, un personaje que argumenta dificultades antes de emprender ningún proyecto y que jamás termina nada porque nunca comienza nada, ni siquiera cuando está enamorado. A este estado de incapacidad volitiva y pereza omnipotente Goncharov le da el nombre de «oblomovismo».

Frente a él, el escritor ruso coloca otra clase de personas: «Sólo usan la astucia personas más o menos limitadas por falta de inteligencia; mueven, mediante la astucia, los resortes de la mezquina vida cotidiana, tejen como encaje su vida doméstica, sin darse cuenta de cómo se disponen a su alrededor las líneas maestras de la vida, hacia dónde se dirigen y se juntan».

«La astucia es igual que la calderilla; con ella poco puede comprarse. A base de calderilla se puede vivir una, dos horas; con astucia se puede ocultar, disimular, engañar en algún caso, pero no basta para abarcar el lejano horizonte, juntar el principio y el fin del acontecimiento más importante y fundamental. La astucia es miope; ve bien lo que tiene bajo las narices, pero no a lo lejos y por ello cae en la misma trampa que tiende a los demás».

Oblómov, buena gente a pesar de su indolencia, se ve rodeado de personajes miserables que, astutos, le sacan los cuartos o le engañan sin pensar en lo que les pasará a medio o largo plazo. Frente a la incapacidad del protagonista para enfrentarse a la vida, multitud de arteros antagonistas hacen y deshacen pensando tan sólo en el más inmediato placer o enriquecimiento.

Si trasladamos esta dualidad a la España de principios del siglo XXI, enseguida nos damos cuenta de quiénes son los personajes correspondientes a los dos arquetipos presentados. Mariano Rajoy es Oblómov, un vago redomado que, a pesar de tener presuntas buenas intenciones, nunca mueve un dedo. Hasta tal punto que, como el personaje de Goncharov, se rodea de personas que le vayan a molestar poco. Lo importante es no hacer nada para que no se compliquen las cosas. La ideología del PP actual es oblomovismo paradigmático.

Frente a él se sitúa el astuto José Luis Rodríguez Zapatero, un personaje ambicioso que siempre actúa según sean las circunstancias inmediatas. Zapatero es un maestro de las cosas cotidianas, de la propaganda doméstica, pero es incapaz de ver más de dos horas en el futuro. Por eso hace un año negaba la crisis económica y por eso ahora es incapaz de tomar medidas que afecten a más de un par de beneficiados: que si 400 euros por aquí, que si un plan de retorno para inmigrantes por allá, que si unas medidas semejantes a las europeas para salvar a unos bancos boyantes… pero nunca una medida que sirva para enfrentarse a la crisis de una manera inteligente y global.

A Zapatero le van las distancias cortas porque su escasez de luces le impide ver más allá de sus narices. Usa, antes que nada, una astucia chata e innoble y por eso cae tan a menudo en sus propias trampas. Vive al día y pisa charcos que él mismo puso en su camino. Pero, afortunadamente para él, frente a él se sitúan «oblomoves» incapaces de recordar que fue el propio «zorro astuto» el que creó o ignoró muchos de los problemas que nos afectan y, sobre todo, demasiado perezosos para tomar iniciativas que coloquen al astuto donde menos daño pueda causar.

En Oblómov hay un personaje que destaca sobre el resto por su brillantez: Shtolz, el mejor amigo del protagonista, un descendiente de alemanes que vive y actúa con energía, que sabe abordar los problemas en su absoluta complejidad y que no se amilana ante las perversas intenciones de los astutos, que intenta, aunque sea tarea imposible, despertar a los perezosos de su atontamiento. Una persona digna, capaz, inteligente y trabajadora que está dispuesta a arreglar, de una vez por todas, las cosas.

Shtolz no consigue salvar a Oblómov, pero sí arreglar su hacienda para convertirla en algo próspero y beneficioso para los siervos de su amigo. Es el hombre de Estado con visión sintética y analítica de las cosas para afrontar las tareas más peliagudas y beneficiar a sus congéneres. Tristemente, en España como en el resto del mundo, hay muchos astutos y seguidores del oblomovismo, pero escasean alarmantemente los luchadores inteligentes y honrados. Quizás por eso en la novela de Goncharov Shtolz se pase casi todo el tiempo viajando y aprendiendo lejos de la chabacanería y el ambiente mortecino que rodea a su viejo amigo, que inunda su viejo país. [email protected]

Daniel Martín

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