Los mitos sobre cómo engañar al alcoholímetro han alcanzado la categoría de leyenda urbana. Uno de los poco vistos hasta ahora es el que asegura que, sudando, el alcohol se evapora de la sangre. A eso se aplicó con arrojo un ciudadano requerido por la Policía Municipal de Madrid en un control de alcoholemia. La imagen era tan celtibérica, que alguien decidió que había que inmortalizar lo que estaba pasando en las calles de Madrid.
El conductor, que dio positivo en un primer control, tenía que encontrar la fórmula de rebajar el índice de alcohol en sangre para pasar el preceptivo segundo control. No se le ocurrió otra cosa que lanzarse al suelo a hacer fondos, corretear, marcarse una verdadera tabla de gimnasia. Los agentes no pueden contener la risa ante lo pintoresco de la actitud del conductor.
Hay fórmulas que se transmiten oralmente, como si fueran el secreto de la coca-cola. “Tómate un chicle de menta y bebe agua”. “Lo mejor es masticar unos granos de café”, y todo en ese plan. Los foros de internet, los mentideros del siglo XXI, siguen y alientan la corriente. “Bebe mucha agua”, dicen. No vale de nada. La cosa se puede poner extrema, e incluso gore: “Vomita”. “Inhala medicamentos contra el asma”; “chupa una batería de litio”. Parece hasta peligroso.
Más peligroso, para el conductor y para quienes circulan por calles o carreteras, es circular realmente con un exceso de alcohol en la sangre. Los expertos en seguridad vial explican que no hay engaño posible al alcoholímetro y, lo que es más importante, al cerebro, que reacciona tarde y mal cuando tiene exceso de alcohol, lo que puede llevar fácilmente a un accidente.