jueves, abril 25, 2024
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Elecciones en el mercado: el San Valentín del virus resiste la lluvia

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Son las ocho de la mañana, amenaza lluvia y los congregados no han venido a intercambiar cromos ni a comprar libros antiguos, como sería menester en este lugar un domingo cualquiera. A estos somnolientos barceloneses les ha tocado la lotería: formar parte de una mesa electoral en las elecciones más excepcionales que se recuerdan por estos lares. El San Valentín de las urnas y el virus.

Las circunstancias no son las mejores y por eso el Govern se ha esmerado en intentar garantizar condiciones de máxima protección para asegurar el derecho a voto.

Distancias de seguridad, franjas de votación por grupos de riesgo y un kit para los miembros de las mesas que incluye un EPI son algunas de las medidas que se han tomado, a las que se suma la adecuación de espacios de votación más amplios y ventilados como el citado mercado de Sant Antoni, en el que nos encontramos.

Aquí, un hombre toma la temperatura a las personas que poco a poco entran en el recinto con uno de esos termómetros con forma de pistola. La cosa fluye tras un arranque poco prometedor -en el que el aparato registra una primera temperatura corporal de 29 grados- y después de ser vertidas ingentes cantidades de gel en las manos de cada cual.

Por ahí está Miguel Mulero, aunque a él no le ha tocado sentarse en ninguna mesa electoral. Sí ha sido convocada su esposa, María Pilar Fernández, quien sin embargo ha olvidado el librillo de instrucciones que le habían mandado a casa para la ocasión.

No es de extrañar: sufrió un ictus hace dos años y la memoria le va y le viene. Presentó un recurso a la Junta Electoral pero nunca le llegó respuesta.

Unos metros más allá conversan Eva y Mercedita -«sin s», puntualiza.

Eva, nacida en Venezuela pero naturalizada española, no comprende por qué la han hecho venir. Presentó dos recursos: el primero, porque no vive en el barrio desde hace unos meses, sino en Sant Gervasi; el segundo, porque su marido está en su segundo proceso de quimioterapia y teme llevar el virus a casa. Denegados los dos.

Mercedita, 18 años en Barcelona, nació en Filipinas y ha asumido con resignación tener que pasar el día en un colegio electoral. Es suplente, así que con un poco de suerte se librará. Cuenta que le preocupa más perderse algo debido a su precario castellano que el dichoso bicho, pues el gel, la mascarilla y la distancia dice que ya le ofrecen suficientes garantías.

Una protagonistas más: Glòria Queraltó y sus muletas, quien también han recurrido a la Junta Electoral dado su estado físico, sin haber recibido noticias al respecto.

La respuesta de la mujer que va de un lado al otro organizando la constitución de las mesas, paciente pese a las quejas, siempre es la misma: de primeras todos deben entrar en el mercado, luego ya se verá.

En estas, cuando faltan veinte minutos para las nueve los periodistas congregados -poco originales, en general, pues será que no había colegios electorales a mansalva para elegir- miran con temor hacia el cielo porque comienza a caer algo de lluvia.

Así es, acabarán irremediablemente mojados -poco avispados, en general, pues será que no podían llevar paraguas- observando cómo poco a poco se congregan más personas, en este caso no porque hayan sido convocadas por la Junta Electoral sino porque ya se preparan para votar.

La primera de la fila es una joven con cara de sueño, que viene de hacer guardia doce horas en el hospital y solo quiere dormir un poco antes de volver a trabajar. La siguen unos madrugadores jubilados, como era de esperar.

Pero las cosas se tuercen: hasta las nueve y media no ha abierto sus puertas el colegio electoral, según cuentan varios apoderados debido a un «problema de coordinación» y no porque faltaran personas para constituir las correspondientes seis mesas.

Añádase a eso que más de uno ha pensado que lo mejor era votar lo antes posible y olvidarse del tema, pero se ha encontrado a la hora de la verdad con lluvia y una fila cada vez más larga que aguanta estoica el molesto chirimiri. Todo indica que no han acabado de calar las indicaciones de la Generalitat, que pedía dejar la primera franja del día a las personas de más riesgo.

Acabaremos la crónica volviendo a nuestras protagonistas: de Eva no tenemos noticia, pues se había equivocado de colegio electoral y ha marchado agobiada hacia el que le tocaba. Mercedita ha entrado y habrá salido por otra puerta, si es que la han dejado salir.

Lo bueno queda para el final: a María Pilar Fernández y a Glòria Queraltó les han dado las gracias por el esfuerzo y las han mandado a casa a resguardarse de la lluvia.

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