martes, marzo 21, 2023
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La jornada laboral de cuatro días: factores históricos y económicos

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Francisco Jiménez
Francisco Jiménez
Jurista y economista por la Universidad Carlos III de Madrid.

Los últimos días hemos asistido a un reclamo, quizás más mediático que social, de replantearse la forma en la que concebimos la jornada de trabajo. Como así reconoce el Estatuto de los Trabajadores, nuestra jornada laboral consta de 40 horas semanales de trabajo efectivo computadas anualmente, no pudiendo superar diariamente las 9 horas (salvo pacto en contrario). El trabajador tiene derecho a un descanso diario no inferior a 12 horas y a un descanso semanal de un día y medio ininterrumpido. Para el común de los mortales, esto reconoce una jornada laboral de 5 días.

Si ojeamos las jornadas laborales de los países de nuestro entorno los resultados son dispares. Tenemos países como Suecia o Portugal que cuentan con jornadas de 40 horas semanales como la nuestra, los países escandinavos están en las 35 horas aproximadamente o Chile o Costa Rica donde es de 42 horas semanales.

Tras el reciente estudio de la Universidad de Cambridge impulsado por el think tank 4 Day Week Global, la jornada laboral de 4 días mejora el bienestar y la productividad. Sin embargo, es necesario hacer un análisis crítico de esta propuesta.

Una idea no tan novedosa

Lo cierto es que el debate sobre la jornada laboral de 4 días ya viene de largo. Quizás el lector no lo sepa, pero ya se debatía sobre esto en la década de los 70 del siglo pasado.

Comúnmente se suele utilizar como ejemplo los avances sociales en la lucha por la reducción de las maratonianas jornadas de siglos pasados. Brevemente, el origen de los movimientos a favor de la reducción de la jornada data del siglo XIX, teniendo al socialista utópico Robert Owen y al cartismo como germen del movimiento obrero en la Inglaterra de la Revolución Industrial, o a Saint-Simon o Proudhon como base intelectual en las revoluciones del 1848 en Francia; sin olvidar la influyente obra de Karl Marx y los sindicatos como herramientas indispensables en este proceso. Estos movimientos pretendían no solo la reducción de la jornada, sino también otros fines como la abolición del trabajo infantil. En España, en 1919 tras la Huelga a la Canadiense, se reconoce por primera vez la jornada laboral de 8 horas diarias y la jornada semanal de 48 horas, siguiendo los pasos de la Unión Soviética.

Desde entonces, las cosas no parecen haber ido tan mal, y es esta razón la que llevo a una nueva propuesta de reducción de la jornada sobre los años 1970. Pero esta vez se exigiría una jornada laboral de 4 días.

El trabajo y la productividad

El trabajo, junto con el capital y la tierra, representan los factores productivos. Son los inputs que se utilizan para la producción de bienes y servicios. La relación de los diferentes insumos dada una cierta tecnología representa la función de producción de la empresa.

El trabajador, como recompensa a su labor, recibe una remuneración que conocemos como salario. ¿De qué depende el salario recibido? De la oferta y la demanda. El trabajador siempre va a querer cobrar lo máximo posible y el empresario pagar lo mínimo posible. En esta superposición de intereses se da el equilibrio en el mercado laboral.  Por tanto, desde el punto de vista del trabajador se podría considerar que recibirá un salario mayor si trabaja durante más tiempo, es decir, si sus horas trabajadas aumentan. No obstante, esto no explica la disminución histórica de las horas trabajadas y el aumento histórico de los salarios.

La variable que nos falta en la ecuación es la productividad, que es la medida que cuantifica la cantidad de bienes y servicios producidos en función del factor productivo utilizado. La productividad marginal del trabajo se verá afectada negativamente por el mismo factor, ceteris paribus (vía ley de los rendimientos marginales decrecientes), y aumentará por el aumento de otros insumos (p.e. capital) o mejoras tecnológicas. Por ello, según la teoría económica, el trabajador cobrará su salario en función de su productividad. Existen matices a la teoría de la productividad marginal que pueden influir, como por ejemplo el poder de la negociación colectiva en la fijación de salarios, el desempleo o la búsqueda de mejores condiciones laborales (menos horas trabajadas) en lugar de aumentos salariales.

Desde el punto de vista de la microeconomía, el trabajador debe elegir entre dos opciones dentro de las 24 horas del día: trabajar o tener tiempo libre. La decisión dependerá de sus preferencias. A más horas de trabajo, mayor salario recibido, pero menor tiempo para ocio (entra en juego el coste de oportunidad). Uniendo estos dos párrafos, observemos el gráfico a continuación.

Imagen1
Fuente: Hours worked Long run trends, Jeremy Greenwood & Guillaume Vandenbroucke

En esta gráfica se representan dos tendencias a largo plazo. La verde representa la media de horas semanales trabajadas y la morada es un índice del salario real, para EEUU. Como se aprecia, las horas trabajadas han ido descendiendo progresivamente desde el año 1800, mientras el salario real no ha hecho más que aumentar. Esta tendencia se ha observado en el resto de Occidente.

¿La causa según los autores? El progreso tecnológico. Esto conecta con lo descrito en párrafos anteriores. En primer lugar el cambio en la tecnología aumenta la productividad del trabajo y por ende, el aumento de la productividad se podrá traducir en un aumento del salario real. Este aumento del salario aumenta el poder adquisitivo del individuo (efecto renta). A su vez, el aumento salarial generará un incentivo a trabajar más y tener menos tiempo de ocio (efecto sustitución). Estos dos efectos explican el anterior gráfico. Antes del 1870 aproximadamente, el efecto sustitución dominaba al efecto renta: los trabajadores preferían sacrificar su tiempo libre para trabajar más horas y aprovechar ese aumento del salario real. En cambio, durante el siglo XX ocurrió lo contrario, el efecto renta dominó al efecto sustitución: los trabajadores habían alcanzado a finales del siglo XIX un nivel de consumo más alto y valoraban más el tiempo en términos relativos. Esto hizo que los trabajadores prefiriesen trabajar menos horas. Unido a otras variables políticas y sociales, y a quizás cambios de preferencias, el modelo explica la disminución progresiva de la jornada laboral. 

Análisis crítico

El resultado del último trabajo de investigación de la Universidad de Cambridge sobre la jornada laboral de 4 días en Reino Unido ha sido una de las noticias de la semana. Para este estudio se utilizó una muestra de 61 empresas inglesas, donde se comprometieron a reducir en un 20% las horas trabajadas para todo el personal (2.900 empleados en total) sin disminución de salario durante 6 meses, desde junio del 2022. Los resultados principales fueron los siguientes: mejora de la productividad puesto que los empleados querían compensar la reducción de horas, y un incremento medio del 1,4% de sus ingresos respecto al año anterior. Se reportaron un 65% menos de bajas por enfermedad.  Se mejoró la conciliación y se redujo el estrés. Tras el experimento, el 92% han reconocido que seguirán con esta medida y de esas empresas, 18 han declarado que lo harán con carácter permanente.

A pesar de la euforia social entre políticos y medios de comunicación, debe quedar claro al lector las limitaciones del estudio. En primer lugar, la muestra no es representativa. 61 empresas son muy pocas como para extrapolarlo al conjunto del sector empresarial de un país, y más si nuestra intención es aplicar los resultados en España con los datos macroeconómicos tan diferentes que tenemos en comparación con Reino Unido. Debe tenerse en cuenta que esta política será de aplicación solo en determinados sectores (intensivos en capital) donde la mecanización o la robotización puede mantener la productividad y la competitividad. En otros, como por ejemplo la hostelería y restauración, el sector inmobiliario o el de transporte, será muy difícil poder implementar este tipo de políticas por su fuerte dependencia del factor trabajo. No debemos olvidar el aumento del coste laboral de esta medida para las empresas. La reducción de la jornada laboral manteniendo el mismo sueldo implica un mayor coste para estas. Por eso, solo empresas con trabajadores muy cualificados como el sector financiero o tecnológico o las startups son las que pueden permitírselo.  

En definitiva, la clave está en la productividad. Como pudimos advertir con anterioridad, la relación de causalidad es la siguiente: una mayor productividad podrá propiciar un aumento del salario real y este permitirá que, si los trabajadores valoran más el ocio, las horas trabajadas disminuyan. No al revés. Actualmente, empero, la productividad laboral en nuestro país ha caído un 10,5% desde 1995.

Y es que a pesar de la moda actual, este tema ya fue en el pasado agudamente analizado por, entre otros, Henry Hazzlit. Este autor afirmaba que, si se reducía la jornada con disminución del salario, no tendría apenas efectos positivos en la producción, y puede que negativos en el poder adquisitivo. Por el contrario, si se mantiene el salario previo, el coste de las empresas será mayor y es probable que aumente en consonancia el desempleo. Y es que en sus propias palabras, «las gentes que defienden tales medidas piensan sólo en el empleo que proporcionarían a grupos o individuos aislados; no consideran cuál sería su efecto sobre toda la comunidad«.

Recelemos de las fórmulas mágicas. Es posible que en un futuro lleguemos incluso a la jornada de 15 horas semanales con la que soñaba Keynes. Pero a día de hoy, con una productividad y unos ingresos por familia estancados, este futuro se antoja lejano.

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